El
Mercurio en Pakistán
Vigilancia
en todos lados
Domingo
7 de Octubre de 2001
Pablo Soto, enviado especial Islamabad,
Pakistán
Al salir de mi hotel, ya se puede percibir un fenómeno
que por estos días se repite con frecuencia en esta
capital: la estricta vigilancia que existe en la calles de
Islamabad.
Frente a lo que pueda pasar cuando los estadounidenses resuelvan
lanzar su mortal represalia sobre los talibanes de Afganistán,
las autoridades locales han tomado todas las previsiones.
Policías aparecen apostados frente a las principales
avenidas, en número muy superior al de tiempos normales.
Según me cuentan los taxistas locales, los controles
se han redoblado.
La labor de vigilancia policial se ve reforzada con camiones
militares que circulan cargados de efectivos armados con sus
fusiles y que con miradas inquisidoras examinan los recovecos
de esta ciudad.
La seguridad es estricta y frente a las amenazas hechas por
los líderes religiosos resulta comprensible. Ellos
incluso han hablado de que aquí podría estallar
una guerra civil porque condenan el apoyo que el Presidente
Pervez Musharraf resolvió dar a la ofensida aliada.
Donde más se percibe esta seguridad es en el área
donde se emplazan la mayoría de las embajadas, en especial
la de los talibanes, que es la única legación
que les queda en el mundo después de que Arabia Saudita
y Emiratos Arabes Unidos rompieran relaciones diplomáticas
con ellos.
En el área de las embajadas, los soldados tratan de
pasar inadvertidos, pero cada tanto aparecen de entre los
extensos parques en los que se cobijan para escapar del intenso
calor.
Están atentos, esperando que algo ocurra. No piensan
bajar La guardia y sus órdenes son mantener el control
y el orden en esta ciudad centroasiática.
Aunque su presencia es preocupante, no amenazan a los occidentales.
Sólo les hacen saber que están ahí, presentes,
con los ojos bien abiertos y los sentidos funcionando para
que lo que pueda ocurrir no los sorprenda desprevenidos.
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