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Simpatía
por el lado oscuro
Uno de los comentarios
más tristes acerca del Nuevo Hollywood -la
generación que renovó el cine norteamericano
en los años 70- lo hizo Orson Welles, uno de
sus padres fundadores, cuando se enteró de
que Steven Spielberg había pagado 55 mil dólares
por el trineo "Rosebud" usado en "Ciudadano
Kane". "En lugar de haber comprado ese trasto,
debería ayudarme a coproducir una película".
Welles se murió esperando
y hoy el trineo cuelga en una de las murallas de una
oficina de Spielberg, como si fuera la Mona Lisa.
Podría haber sido peor: que el objeto de culto
se exhibiera puertas afuera, tal como ha venido haciendo
periódicamente George Lucas con la incombustible
Star Wars, de un modo tan voraz, tan expansivo, que
ha terminado por cambiarle la cara al negocio y, por
extensión, a nuestro modo de ver las películas.
Claro que no todo es puro pesimismo: el cambio -tarde
o temprano- tenía que venir de algún
lado, y la revolución digital conducida por
Lucas ha tenido efectos benéficos para la producción
audiovisual. Si sólo no fuera tan evidentemente
teledirigida para el consumo de más y más
Star Wars...
El propio realizador ha caído
en la tentación del autoanálisis al
momento de estrenar "La venganza de los Sith",
sexto filme de la serie, ese donde finalmente le volvemos
a ver la cara -perdón, la máscara- a
Darth Vader, todos los cabos sueltos se atan (supuestamente)
y el mercado gringo da por inaugurada su temporada
alta de estrenos, después de tres meses consecutivos
de cifras en baja.
Lucas sabe que el negocio está
hecho; su seguridad al respecto es casi imperial,
aunque por lo que ha comentado esta semana en el Festival
de Cannes, el billonario cineasta sigue identificándose
con los atribulados rebeldes de los tres primeros
filmes. ¿Complejo de culpa? ¿Nostalgia?
¿Autonegación? Argumentalmente, el gran
desafío de "La venganza de los Sith"
era conectar las diversas tramas esbozadas por "El
ataque de los clones" (el capítulo anterior)
con la lucha revolucionaria de la lejana "Guerra
de las galaxias", de 1977. Es decir, narrar el
final de las guerras clónicas (entre la república
y los sistemas disidentes), la caída de la
orden de los Jedi, la progresiva acumulación
de poder en manos de un canciller con pretensiones
de emperador y las dudas que socavan la mente de Anakin
Skywalker, un niño prodigio, un esperado mesías
que no puede frenar su propia ambición.
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