Emperador George

Quien más alerta está frente a todo esto es, por cierto, George Lucas. Para haber jugado al genio despistado y ausente durante toda su carrera, es confortante comprobar que al padre de las trilogías no se le va una. Él mismo reconoce que su público está dividido en dos: fanáticos originales, gente que vio las primeras tres en el cine y hoy tienen el control de los medios, la web y el resto de canales de difusión y, por otro, la generación siguiente que -felizmente para Lucasfilm- ha demostrado un extraordinario poder de compra.

Lo que no es tan claro es su conciencia de cómo ha ido variando su propia posición política en relación al ciclo. Lucas suele evitar el tema siempre que puede, por eso sorprendió esta semana -al presentar su filme en Cannes- cuando dijo que el centro de las películas pasaba por narrar "cómo una democracia se entrega por entero frente a un dictador". "Eran los tiempos de Nixon y la guerra de Vietnam y yo quería explicar cómo la República se transformó en Imperio; así que estudié el porqué el Senado romano tras matar a César le entregó el poder a su sobrino; por qué Francia tras la Revolución le dio poder a Napoleón, y luego Alemania a Hitler...", explicó durante la conferencia de prensa del Festival, probablemente sin sospechar siquiera que durante la década del ochenta muchos hicieron esa misma conexión entre los filmes y el golpe militar.

De acuerdo a esa lectura, Lucas todavía debería estar del lado de los rebeldes o al menos ser un observador imparcial, pero ahora que su segunda trilogía galáctica se ha cerrado, queda la fuerte sospecha de que su creador siente más de alguna simpatía por el "lado oscuro" y no sólo porque se conduce casi como un emperador a la hora de proteger derechos de autor, blindarse contra imitadores y perseguir la piratería de sus productos. La evidencia está en las propias películas. El único personaje que está desarrollado a fondo, recreado con paciencia, cariño y coherencia en el nuevo ciclo es el canciller Palpatine. Mucho ayuda la astucia y tino de Ian McDiarmid, quien se ha hecho cargo del rol desde "El regreso del Jedi", en 1983, y que en los tres filmes posteriores ha llenado de tal modo la pantalla que cabe preguntarse si el verdadero protagonista de la segunda trilogía es él y no el pobre Anakin/Darth Vader.

Lo otro es que en estos días Mr. Lucas tiene más en común con esa clase de poder imperial que con los intereses de Luke Skywalker, joven y pobre ranchero de Tatooine que sólo soñaba con pilotear naves espaciales. ¿Cuántos años luz hay entre ambos? Difícil calcular.

Términos y condiciones de la información © El Mercurio S.A.P.