Mientras más temprano se tomen medidas para prevenir los trastornos alimentarios es mejor. El cuidado debe comenzar en la infancia, porque una alimentación excesiva o mal balanceada en la niñez hace que hoy en día los adolescentes con diabetes 2 hayan aumentado, lo que no sucedía hace unos años.
En un niño sano no es necesario hacer exámenes de rutina, sí que acuda a su pediatra una vez al año para que éste pueda detectar si es que existe alguna alteración. Sólo a los pequeños obesos o con antecedentes familiares fuertes de infarto o diabetes, se les solicita exámenes de colesterol y glicemia.
Si los padres observan que su hijo ha sufrido un fuerte aumento de peso, es recomendable que lo lleven al especialista para que lo evalúe y lo ayude a adelgazar, porque el problema a esa edad es que si se le deja solo, puede pendular y convertirse en anoréxico o bulímico por el afán de bajar de peso.
Los exámenes de rutina que se le solicitan a quien acude a consultar son perfil bioquímico, perfil de lípidos, pruebas tiroídeas e insulinemia, todos exámenes de sangre. La doctora Cuevas explica que adicionalmente se pide una calorimetría, que es un estudio que permite conocer cuál es el metabolismo del paciente. "Es muy útil, porque así uno puede hacerle una dieta personalizada, que es la clave para que funcione", afirma.
También una bioimpedanciometría, que mide composición corporal; es decir, de los kilos del individuo, cuántos son músculos y cuántos grasa. "Con estos exámenes uno puede manejarse bastante bien".
Si los análisis están alterados, se repiten cuando el paciente ha logrado reducir entre el 5 y el 10% del peso corporal, porque recién ahí se empieza a esperar mejoría.
Para mantener el peso adecuado, el individuo debe consumir el equivalente a lo que gasta. Hay quienes gastan 3000 calorías y otros que apenas llegan a las 1000, dependiendo de la actividad que realicen.
La recomendación actual en salud es que de todo lo que se come, haya un porcentaje adecuado de proteínas –alrededor del 20%-; se ingieran grasas en el 30%, pero privilegiando las "grasas buenas" –palta, aceitunas, aceite de oliva, pescado-, y el 50% de carbohidratos, disminuyendo el consumo de los refinados –los azúcares- y privilegiando los cereales, las legumbres, las frutas y las verduras frescas.