Las artes de un jedi. Lucas vive acuartelado en su rancho Skywalker, en San Francisco, y desde allí controla sus empresas paralelas: ILM, que hace efectos especiales para la mayoría de los estudios de Hollywood; Skywalker Sound, y Lucas Arts, dedicada a los videojuegos. Son sus armas para luchar en lo que cree. Y sus creencias en el último tiempo radicaron en sacar a flote las precuelas de su primera trilogía (formada por "La guerra de las galaxias", de 1977; "El imperio contraataca", de 1980, y "El regreso del Jedi", 1983).

"Nunca tuve claro que iba a realizar las precuelas", ha confesado el director de 61 años sobre "La amenaza fantasma", "El ataque de los clones" y "La venganza de los Sith". Divorciado desde 1983, Lucas ha criado en calidad de padre soltero a tres hijos: Amanda (23), Katie (17) y Jet (12). Y ellos han sido la principal causa en la demora de nueva trilogía: "Yo quería verlos crecer", ha señalado y también esgrime otra razón: el desarrollo de efectos especiales para materializar el mundo que imaginó tras largas horas de exposición frente a la TV, las matinés de Flash Gordon y, más grandecito, estudiando cine en la University South California.

Allí descubrió y amplió su cariño por el cine underground y en especial por el formato de la animación experimental. ¿El maestro del cine pop corn amante del cine arte? Así es. Lucas dice que desde joven se ha sentido cercano al cine independiente y sus primeras películas tienen ese sello: "THX 1138" y "American graffiti". Su profesor de cine Irvin Kershner, quien dirigiría la mejor cinta de la serie, "El imperio contraataca", vio talento en sus primeros cortos y lo apadrinó. Fue uno de sus mentores y Lucas ha comentado que en su época universitaria se sentía atraído por el trabajo de tres autores ultra "indies": Norman McLaren, quien mezclaba actores, animación y efectos especiales (algo que Lucas haría digitalmente 20 años más tarde). Los documentales naturalista de Claude Jutra y, en especial, por un cortometraje llamado "21-87", del director maldito Arthur Lipsett. "Esa película realmente me marcó", dice sobre un corto de diez minutos y una mezcla de pedazos de documentales tirados a la basura con pistas de sonidos que no coincidían: por ejemplo, la imagen de un moribundo con el audio de un orgasmo.

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