Sebastián Cerda
12 de marzo de 2007
Incluso si la suerte del triunfo en la tan inflada guerra de las teleseries no los hubiera favorecido, en Canal 13 igualmente podrían haberse sentido satisfechos con el debut de "Papi Ricky".
Porque tras un 2006 con producciones tachadas de enredadas o derechamente de lateras, la historia del padre soltero logró en su primer capítulo desmarcarse de tan incómodos estigmas, que el área dramática de la estación ya parecía tener impregnados, de tanto bombo que se le dio a sus fracasos.
"Papi Ricky" pareció mostrar todo lo que "Descarado" y "Charly Tango" no pudieron en su pretensión y en sus limitaciones: una historia que no es un rebusque ni una obviedad, y que siendo fácil de asir, resulta de todos modos atractiva y dinámica (es de esperar que eso dure).
La piedra angular de la teleserie es obviamente Ricky (Jorge Zabaleta) y, a través de él, su hija Alicia (Belén Soto). Ambos llegan, en su regreso a Chile, a vivir en un variopinto condominio de clase media gracias a la "mano negra" de Matilde Ormazábal (Silvia Santelices), abuela de la madre nunca asumida de Alicia —Catalina, interpretada por María Elena Swett y que, al igual que la de los Ríos y Lisperguer, devino en Catrala—, y quien planea quedarse a cargo de su bisnieta.
Como era de esperar, la llegada de Zabaleta causa sensación entre las mujeres del condominio, particularmente en la que será la profesora de Alicia, Colomba (Tamara Acosta), aunque para los próximos capítulos se espera la llegada de Catalina, que para su abuela vendría siendo casi como la encarnación del mal.
Y aunque esos nudos son los que componen la historia principal, hoy se vio que el "triángulo amoroso" que impere será uno inusual: Ricky-Alicia-Colomba, en que será la hija con sus demandas de tal, la que se interponga entre su padre y su futura pareja.
Aparece así la tan mentada "nueva forma de hacer familia en Chile" que el 13 se propuso mostrar en su teleserie. Aunque también lo hace a través de un Zabaleta permanentemente aleccionador con su hija, y en los nudos paralelos: un ex matrimonio en que el hombre no asume precisamente esa condición (la de "ex"), una familia con una hija adolescente que oculta su inminente embarazo, además de otra que recientemente perdió a su matriarca. Todas historias que refrescan a la principal, sin caer en la categoría de relleno.
Todo contado sin mayor gravedad, pero en una comedia que no olvida que esto es una telenovela y que el melodrama importa, que hay buenos y malos, y que cómo el sufrimiento llega y se va reiteradamente, es parte de lo que el público suele buscar.
Al final, nada demasiado nuevo bajo el sol (mal que mal, esto es una teleserie), pero que el 13 no ofrecía hace tanto tiempo que uno ya casi se olvidaba de que podían hacerlo. Y si alguien durante cinco meses dedicará una hora todos los días a seguir una historia televisada, lo mínimo es que ésta entretenga. Y al menos hoy "Papi Ricky" sí lo hizo.