Domingo, 28 de Octubre de 2007
Luis Vargas Saavedra
"Toda obra es autobiográfica, pero no de la manera que ustedes creen".
Esta declaración de Gabriela Mistral da la pauta para entender cómo era en ella el engarce entre vida y obra: la vida como material, y la obra como su alquimia. Surgen dos preguntas. ¿Interesa ese material básico como causa de su transfiguración estética? ¿La obra biografiada, cambia, mejora o se empeora, se ilumina o se apaga cuando conocemos esa plétora de datos extras, excluidos o transfigurados por el autor?
Para responder a la primera pregunta podemos recurrir a la propia autora. Cuando Gabriela Mistral sintió que debía auxiliarnos para la comprensión de su poesía, aportó datos de su vida que le parecieron estéticamente útiles. Pero sin detallar nada, dando tan solo la síntesis de dos lutos en un pasado doloroso. En realidad el aporte, siendo muy interesante en el "Voto" al final de "Desolación", y en las "Notas" de "Tala", sobran para la intrínseca captación de los poemas. No así en el caso de un San Juan de la Cruz que nos declara el entero significado de su Cántico Espiritual, pero omitiendo todo relato de sí mismo.
Aun en casos de relato ficcional con autobiografismo detectable y hasta ostentoso, si la obra es insigne, habrá transformado la realidad vivida, en una realidad embellecida, como sucede en "Fuera del África", el memorial bucólico de Isak Dinesen. Se constata aun más la transfiguración de lo vivido, en la grabación de las entrevistas radiales en que Colette, la gran escandalosa y la insigne novelista, es asediada para que "suelte prenda" y confiese el quién-dónde-cómo-cuándo de sus "Claudines". Con gran habilidad ella escamotea ser confinada a la realidad canija y destaca siempre que la ha transfigurado, tal como lo da a entender Mistral en la frase que he citado al comienzo. El entrevistador de Colette representa al lector filisteo que no aprecia en forma cabal la operación de belleza con que el artista levanta la realidad histórica, para crear la realidad estética de su novela o de su poema. Incluso que le interesa menos que la averiguación casi policial del modelo usado y sus circunstacias.
En cuanto a la segunda pregunta respecto al efecto que pueda dar el conocimiento de lo biográfico para el degustamiento de una obra, esto lo puede responder cada cual según sus experiencias. Usted, que esto lee, repásese el efecto que le haya producido conocer la vida y la época de Dostoiewski, ya sea antes o ya sea después de haberlo leído.
A mí me parece que el dato cultural puede banalizar o revalorizar una obra. No se me engrandece ni exalta la pintura Impresionista de París a fines del siglo 19, al ser informado de sus transformaciones urbanísticas ni del progreso de los ferrocarriles. Pero también me parece que el dato socio-económico puede recalcar el logro de un creador. En el caso de Mistral, tasar sus carencias vencidas y abarcar la pobreza de su familia y de su entorno en Montegrande, sin biblioteca pública, electricidad, sin buena escuela, sin estímulo cultural; todas esas trabas superadas agigantan el fenómeno de un genio emocional y verbal emergido de un villorrio menesteroso.
Lo ideal, lo máximo, es que las obras sean anónimas, a lo "Ilíada" o a lo "Mío Cid", que nos convidan a paldearlas sin sommelier, tal cual ellas son en sí mismas y para nuestro feliz encuentro con ellas. Claro que a estas alturas del tiempo, la literatura está tan incrustada de literatura sobre la literatura, que ya es imposible entrar en "La Divina Comedia" o en "El Quijote", con la mente rasa de interpretaciones acumuladas siglo a siglo. No podemos leerlas como sus contemporáneos.
Considero que una obra de Arte es válida por sí misma, sin apoyos de biografía ni de contextos culturales. Incluso sin comentarios de su creador. Miro las calas del florero contiguo y hallo en ellas una imagen ilustradora: están erguidas, espontáneas y libres de todo puntal. Ponerles arrimo es malgastar el arrimo.
La obra poética de Mistral puede y debe ser leída sin arrimarle biografía que le aseste un sentido, uno solo, nublándole los otros sentidos que cada lector tiene el privilegio de recibirle y adjudicarle al poema.
En su caso, la voz que se expresa en sus versos, a veces se presenta, da su nombre, es la "Gabriela" fantasma que guía a un indiecito y a un huemul por un Chile casi vaciado de chilenos. Pero ¿es Gabriela quien se expresa en los poemas de amor en "Desolación"? Bueno, es la Gabriela creada dentro de tales poemas y que sigue avanzando dentro de la biografía ficcional que urden. Ésa es la biografía que me importa, la que se arma al interior secuencial de su obra. Una biografía que a veces se refracta, se proyecta en tercera persona, vuelta así cada una de sus "Mujeres locas" en "Lagar" I y II. La otra biografía no importa para captar el sentido y contenido, la pulpa lírica de su obra. Es tan irrelevante como saber su diabetes.Si una obra de arte requiere de cicerón, revela por ello pobreza estética, mediocridad y hasta ramplonería. Y, si uno necesita saber el currículum de un artista para apreciarle la obra, eso confiesa nuestra inepcia para degustársela.
Quienes aun no hayan probado la excelencia del arte verbal de Mistral, no se lastren con un biografismo irrelevante. Reciban de los poemas la historia interna que relatan y siéntanlos, gócenlos en sí mismos, prístinos y poderosos, lúdicos y graciosos, con toda su rica variedad de modos y de temas. Y aguarden a que esa plétora crezca y se complete como la Esfinge al fin desenterrada, cuando sean publicados sus magníficos poemas inéditos.
Un ejercicio conjetural
En el caso de Gabriela, ¿el saber si era o no era lesbiana, provoca lectura o basura? Se la ha puerilizado, billeteado y mitificado; ahora se intenta lesbianizarla. Lástima enorme porque se pretende alzarla como pedestal y estandarte para los derechos de los homosexuales, mermándole su importancia de escritora con una causa que ella jamás amadrinara. Pero, ¿era lesbiana? Y si lo fuese, ¿importa en relación a su obra?
Conjetura 1 : Mistral seríamentalmente bisexual
Se conoce su heterosexualismo platónico o no realizado en los años 10 y 20, según el epistolario con Manuel Magallanes Moure, buenmozo galán casado. Y se conoce su homosexualidad platónica en los años 40 y 50. Pero nada, nada hay de lesbianismo en su prosa ni en su poesía, y en cambio mucho hay de heterosexualismo en su poesía y en su prosa. Que una persona quiera morir en brazos de quien la haya cuidado durante diez años, no significa más que cariño y agradecimiento. Doris Atkinson nos llevó a su banco para mostrarnos el tesoro de los tesoros de Doris Dana que guardaba en bóveda férrea. Era una declaración del más limpio y espiritual amor, que a ninguna de las cuatro personas que lo leíamos nos pareció un recado lésbico con visos sexuales. Se me quedó grabada una frase: "Tú eres leal como las piedras". Doris Dana, según nos contara su sobrina, después de la muerte de Mistral tuvo dos amigas que murieron antes de ella. Supongo un lesbianismo empírico. Por lo cual deduzco que haya estado enamorada de Mistral y que se dedicara a ella, renunciando a su carrera de escritora. El carisma casi magnético de Mistral atrajo a diferentes mujeres que la sirvieron como secretarias y dueñas de casa, encargadas de su correspondencia, logística, visitas, atención. Así le permitían poder abocarse a escribir y leer.
Conjetura 2 : Sublimar su síquis
La neoplatónica fusión de ética y estética, su peculiar "etiestética", tiene que rechazar en principio y por principios una falla de conducta, un fracaso en vivir de acuerdo con el Bien que es Belleza y es Verdad. En tanto que su sincretismo de cristiana budista, de franciscana pitagórica, refuerza ese neoplatonismo, mediante un rechazo que debe ser moral ante lo que considera pecado. Por lo tanto hay que considerar que su religiosidad la arma o la fortalece para una sublimación espiritual. En abril de 1946 escribió rezando lo siguiente: "Yo emplearé lo mejor posible mi cuerpo, mi palabra, mi espíritu. Pueda la parte animal de mi naturaleza -el tigre, el puerco, la serpiente- ser puestos dentro del Arca de mi Dominio propio. Pueda el espíritu de Cristo ser el factor principal de mi vida". La evolución de sus búsquedas religiosas y artísticas revela una incesante espiritualización de sus pulsiones. En lo religioso ensayó, entre 1910 y 1924: la teosofía, el espiritismo, el budismo, hasta volverse católica, hacerse franciscana, perder la fe, recuperar el budismo y a partir de 1933 sumarlo a un cristianismo que veteará con yoga y rosacrucismo, en las décadas de los años 40 y 50. En lo artístico, sus modelos parten con La Biblia, Vargas Vila, Dante, Gorki, Peguy, reteniendo en esa secuencia a los escritores cuya obra la acicateara a crear la propia. Si en su obra no hay lesbianismo, y si en su vida solo hallamos amor platónico, sobra como una morbosidad del chisme el pretender allegarla a Safo. Lo etiestético, lo grandioso y misterioso es la metamorfosis ardiente de Lucila Godoy Alcayaga en Gabriela Mistral. La engrandece y ennoblece como una criatura que se buscaba y se daba las guías éticas, morales, religiosas y artísticas para poder, haciendo el bien como ciudadana, y consolando a los hombres como poeta, ir hacia "La Patria" y hasta su "Dueño": regresar al Cielo con Dios.