Los 90 fueron su década. Álvaro Henríquez, Ángel Parra, Roberto Lindl (Titae) y Francisco Molina, entregaron las canciones más tarareadas de la época, incluso por encima de Nirvana y Radiohead (le guste a quien le guste).
Originarios de Concepción, llegaron a Santiago decididos a dejar su huella en la escena musical. La primera la estampan en 1991, con el disco “Los Tres” (el de “Amor violento”).
El gran salto lo darían dos álbumes más tarde, en 1995, con el superventas “La Espada y La Pared”, que los llevaría a grabar un “unplugged” para MTV, señal internacional donde se dieron el lujo de guardar sus hits para echar mano a cuecas choras y jazz guachaca, poniéndolas a competir mano a mano con el mejor rock y pop que ha dado Chile.
Así hasta que se pelean, se separan, se enemistan, se despiden y editan nuevos discos por carriles distintos. Eso hasta el año pasado, cuando deciden juntarse —aunque sin Pancho Molina, por ser “muy especial” y porque no “había onda con él”—, con disco nuevo y todo (“Hágalo usted mismo”).
Y como hay que seguir marcando hitos, volverán al Festival después de once años, para demostrar que mantienen plena actualidad y vigencia. Y con seguidores tan numerosos y transgeneracionales, seguro que barra no les faltará.