Ex colonia británica:
Llegó el tiempo de los ajustes para la isla de Hong Kong

Luego del traspaso a manos chinas, el territorio ha debido acostumbrarse a estar bajo el mando de Beijing.

KATHERINE BÄUERLE EWERT

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Noventa y nueve años y muchas delicadas negociaciones tuvieron que pasar para que China recuperara, en 1997, un minúsculo enclave en el extremo sudoriental de su territorio que representaba el más vivo contraste con su sistema político y económico, y el más hiriente recordatorio colonialista de su historia reciente.

Los rascacielos de este enclave chino son una muestra de su pujanza.
 

Hong Kong, que no es otra cosa que una isla a la que se suma la península de Kowloon y una zona aledaña llamada Nuevos Territorios, fue la espina clavada durante más de un siglo en el orgullo nacional de China, que nunca se repuso totalmente de su pérdida en 1842 en manos de Gran Bretaña tras la primera Guerra del Opio.

Lo que los británicos se apropiaron en el siglo XIX no era sino una pobrísima caleta de pescadores y una pequeña zona agrícola, a la que más tarde sumarían Kowloon y los Nuevos Territorios. Todo ese terreno, no obstante, acabó convirtiéndose a lo largo del siglo pasado en uno de los mayores símbolos de la pujanza económica asiática y en la fusión cultural hasta ahora más exitosa entre Oriente y Occidente.

El Hong Kong que recibieron de vuelta los chinos hace siete años -cuando se venció el contrato de arriendo por 99 años estipulado con Gran Bretaña- es uno de los centros financieros más importantes del mundo, uno de los puertos más activos de toda Asia, y el sitio más densamente poblado del planeta, con 6.300 habitantes por cada kilómetro cuadrado de la metrópolis.

Pero el retorno de Hong Kong al mainland, como se le denomina allí a la China continental, requirió de un elaborado acuerdo político. Fue bajo el principio de "un país, dos sistemas", bajo el cual la China comunista acordó dar a la región un alto grado de autonomía y preservar su sistema político y económico por un periodo de 50 años a partir de 1997, cuando se concretó el esperado traspaso.

Según lo pactado, China controla las políticas de exterior y defensa de Hong Kong, pero el territorio pudo mantener su propia moneda y su sistema de aduanas. Hasta pudo tener su propia Constitución, conocida como la Ley Básica, que garantiza el sistema político parcialmente democrático de Hong Kong y la autonomía de su gobierno.

Hong Kong está regido por un jefe de gobierno, quien es escogido por un Consejo Legislativo de 60 miembros, de los cuales sólo 30 son elegidos directamente. El resto es nombrado por Beijing. El jefe del Ejecutivo hongkonés hoy es Tung Chee-hwa, quien termina su mandato en 2007.
Christine Loh, directora ejecutiva de Intercambio Cívico, el centro de estudios más influyente de Hong Kong, asegura que, desde un punto de vista legal, "Hong Kong y China todavía intentan resolver sus inmensas diferencias en el marco del principio 'un país, dos sistemas'".

Nueva estrategia

"Para Beijing -afirma Loh- la dificultad es cómo permitir que un segundo sistema funcione en un solo país cuando percibe, al mismo tiempo, que ese segundo sistema amenaza la estabilidad del país. La gente de Hong Kong, en tanto, no se considera una amenaza, porque no quieren separarse de China, sino sólo practicar los derechos que se les han prometido".

Y es que muchos en el territorio hoy consideran que Beijing está adoptando una estrategia más dura contra las fuerzas políticas pro-democráticas. De hecho, este año el gobierno chino aprobó una legislación que le permite vetar cualquier intento de cambio en el sistema político del territorio. Para la oposición, la movida es un intento por demorar las reformas políticas, especialmente su aspiración de que el jefe del Ejecutivo y todos los miembros del Consejo Legislativo sean elegidos democráticamente en los próximos comicios.

"Hasta el año 2003, Beijing no intervino abiertamente en los asuntos internos de Hong Kong", asegura Ma Ngok, analista político de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. "Pero eso cambió tras las protestas de julio del año pasado, cuando se temió que el sector pro-demócrata desafiara al gobierno central. Desde entonces, Beijing ha aumentado la asistencia económica y ha sido más claro su intento por controlar el tema de las reformas políticas", dice.

Las disputas políticas ciertamente no son las únicas preocupaciones de los habitantes de Hong Kong en los últimos años. La crisis financiera asiática de 1997 golpeó fuerte a la economía local, enfocada básicamente en el sector de servicios, aunque también con un importante sector manufacturero que da empleo a millones de trabajadores que vienen de la vecina provincia china de Guangdong.

"Como tenemos un sistema de tasa de cambio fijo atado al dólar, Hong Kong sufrió una masiva caída de los precios de los activos, lo que llevó a una pérdida de confianza en la economía. Sin embargo, este año la situación ha mejorado", indica Christine Loh.

Las dificultades, sin embargo, le han costado serias críticas al jefe del Ejecutivo, Tung Chee-hwa.

"Él se labró una imagen de incompetente en el manejo de la crisis financiera, por lo cual hoy es muy impopular entre la gente", afirma Ma Ngok. El que se trate del hombre elegido por Beijing para gobernar Hong Kong tampoco lo hace más fácil.

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