Proceso
de reformas:
El largo adiós de Vietnam al tío
Ho
El
sueño socialista de Ho Chi Minh ya no es tal en el país
del sudeste asiático, que hizo las paces con el capitalismo y
hoy experimenta un boom económico.
KATHERINE
BÄUERLE EWERT
“Una
versión a escala de China. Ésa sería una imagen
simplista, pero no equivocada de la realidad actual de Vietnam, un país
que sigue férreamente controlado por el Partido Comunista, pero
que hace ya casi dos décadas inició un proceso de reformas
de libre mercado que hoy lo tiene convertido en una de las economías
más competitivas y exitosas del sudeste asiático.
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PROGRESO
Vietnam vivió una drástica disminución
de la población bajo la línea de la pobreza:
en casi diez años bajó del 58 al 29%. |
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¿Qué
diría Ho Chi Minh, el líder nacionalista que expulsó
a franceses y norteamericanos de su país para hacer de éste
un Estado socialista, si viera el Vietnam moderno? Difícil saberlo,
pero no cuesta imaginarse que su sorpresa (y espanto, probablemente)
sería similar a la de Mao si viera la China de hoy. Después
de todo, para ambos líderes no resultaría fácil
observar cómo los regímenes comunistas que tanto lucharon
por construir terminaron haciendo las paces con el capitalismo.
País abatido
Más de treinta años de guerra continua tuvieron que pasar
para que un Vietnam independiente al fin consiguiera la paz. Y es que
como Vietnam pocos países fueron tan golpeados por los conflictos
que le dieron cuerpo a la Guerra Fría.
El periplo de violencia comenzó cuando Ho Chi Minh, o Tío
Ho como le llamaban sus seguidores, declaró la independencia
vietnamita de Francia en 1945, desatando una guerra por la liberación.
Continuó con una década de sangriento conflicto con Estados
Unidos que terminó con la ignominiosa derrota norteamericana
y la caída del Saigón sudvietnamita en manos del Vietcong
en 1975. Y no se detuvo entonces: en 1978, el régimen comunista
organizó la invasión a Camboya para derrocar al brutal
régimen de Pol Pot, empresa que un año más tarde
le costaría una guerra con su antiguo aliado, China.
A comienzos de los '80, un Vietnam desangrado, pero unificado y en paz,
hacía frente a la enorme pobreza y devastación que legaron
tres décadas de conflictos, así como a un duro embargo
económico decretado por los Estados Unidos.
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El
amigo americano
Nunca la visita de un Presidente estadounidense
a un país del sudeste asiático fue
tan significativa como la que, en noviembre del
año 2000, realizó Bill Clinton a
Vietnam.
La llegada de Clinton a Ciudad Ho Chi Minh (ex
Saigón) fue lo más cercano a la
cicatrización para una herida que se mantuvo
abierta por décadas, tras una guerra que
cobró la vida de 58 mil estadounidenses
y de más de dos millones de vietnamitas.
Y también fue el epílogo perfecto
para los esfuerzos de acercamiento con Vietnam
que durante el gobierno de Clinton se materializaron
en el levantamiento del embargo económico,
la normalización de las relaciones bilaterales
y, finalmente, en la firma de un tratado de libre
comercio.
Es precisamente ese pacto comercial, además
de otro TLC recientemente logrado con la Unión
Europea (UE), lo que ha llevado a Vietnam a soñar
con el ingreso a la Organización Mundial
de Comercio (OMC) el próximo año.
Pero todavía hay temas pendientes que,
dice el historiador Gabriel Kolko, pueden retrasar
el ingreso de Vietnam al organismo, incluso a
causa de un veto norteamericano:
"Estados Unidos todavía quiere que
haya un recuento de los hombres desaparecidos
en acción en Vietnam, un tema que sigue
siendo muy sensible políticamente",
y que puede resultar crucial para la venia a la
OMC.
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El gobierno
comunista en un comienzo organizó la economía de acuerdo
a estrictas líneas colectivistas de estilo soviético,
pero desde 1986 las cosas comenzaron a cambiar. Fue durante un plenario
del Partido Comunista, ese año, que se acordó dejar de
lado los viejos dogmas para intentar una nueva política de apertura
económica. Tal política, bautizada como doi moi (renovación)
obró el milagro: la devastada y aislada economía vietnamita
se comenzaba a abrir al mercado, tímida pero efectivamente.
El modelo, asegura Gabriel Kolko, historiador estadounidense experto
en Vietnam, fue copiado del proceso reformista que inició Deng
Xiaoping en China, en 1978. "Aunque hay pequeñas variaciones,
el proceso vietnamita es muy similar al chino. Ambos son países
marxista-leninistas en teoría, pero capitalistas en la práctica.
Y en ambos, los hijos de los altos funcionarios del partido han tenido
acceso a las privatizaciones de las empresas estatales a precio de ganga",
afirma Kolko.
El boom vietnamita, sostiene por su parte el semanario británico
"The Economist", se inició con la reforma agraria que
redistribuyó la tierra a los campesinos pobres. Pero, a fines
de los '80, sería la mano de obra barata la que ayudaría
a disparar el crecimiento de las exportaciones y atraería la
inversión extranjera.
Las cifras acreditan el "milagro" vietnamita: en la última
década, el país ha crecido a una tasa del 7,4%, y hasta
en los momentos más duros de la crisis financiera asiática,
a fines de los '90, mantuvo un crecimiento del 4,8%.
Pero el número más decidor es, sin duda, el de la disminución
de la pobreza. Según datos del Banco Mundial, en 1993 el 58%
de los vietnamitas vivía bajo la línea de pobreza. Para
el 2002, esa cifra se había reducido al 29%.
Esto, por supuesto, no quiere decir que el éxito sea total. Al
igual que en China, los pobres hoy se concentran en las zonas rurales,
mientras que la brecha entre ricos y pobres se agranda. "Vietnam
es una sociedad de clases que se autodenomina socialista", agrega
Gabriel Kolko.
El Gobierno vietnamita, encabezado por el Presidente Tran Duc Luong,
pero en rigor controlado por el Secretario General del PC, Nong Duc
Manh, ha prometido convertir a Vietnam en un país industrializado
para el año 2020. Pero, entre sus promesas, nunca ha estado la
de una apertura política.
El liderazgo vietnamita en esto sigue a cabalidad el ejemplo chino.
Aunque hoy las libertades personales son mucho mayores que en el pasado
-la gente puede practicar libremente un credo, puede crear una empresa,
y hasta puede criticar la corrupción estatal-, las autoridades
no permiten desafío alguno al régimen de partido único.
"El Partido Comunista está feliz con el statu quo",
señala Kolko. Y es que el régimen sabe que mientras pueda
perpetuar el crecimiento económico, la gente estará dispuesta
a dejar la política en sus manos. Por eso apuesta a que el boom
no termine nunca.
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