Papúa Nueva Guinea:
Un desconocido con algo en común

Como en Chile, el cobre es el gran sustento del país, pero en esta nación la mayoría sobrevive de la agricultura.

XIMENA VILLALÓN MUSSONS

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Un país joven, asentado en una isla con fuerte actividad volcánica y en el que se hablan más de 700 dialectos. Así es Papúa Nueva Guinea, una nación casi completamente desconocida para los chilenos, pero con algo en común: al igual que nuestro país, es uno de los principales productores de cobre del mundo.

La mayoría de la población de Papúa Nueva Guinea vive de la agricultura.
 

Formada por más de 600 islas, el país es el resultado de la unión en 1949 de los territorios de Papúa -antiguo protectorado británico y luego bajo administración australiana- y de Nueva Guinea, colonia alemana hasta la Primera Guerra Mundial, posteriormente también administrada por Australia.

Los aires de descolonización llegaron a la zona en 1964 y se fueron ampliando hasta la proclamación de la independencia en 1975. El país quedó en todo caso bajo el alero de la Commonwealth, la comunidad británica de naciones, por lo que su jefa de Estado es la reina Isabel II.

El país es una democracia parlamentaria y su Primer Ministro es sir Michael Somare, considerado el "padre de la patria" de Papúa Nueva Guinea. Conocido en el país con el sobrenombre de "el Jefe", Somare fue quien llevó el país a la independencia en 1975 y ya en dos ocasiones anteriores había sido Primer Ministro.

Australia mantiene una fuerte presencia en el país, la que se traduce sobre todo en importantes inversiones empresariales, así como en asistencia militar y ayuda financiera.

Ayuda que Papúa necesita, pues su corta existencia no ha estado exenta de problemas. Las tensiones de la vecina provincia indonesia de Irian Jaya se han traducido en que el país ha recibido a miles de refugiados, muchos de los cuales permanecen en campos en la frontera. Además, un número importante de guerrilleros usa territorios de Papúa Nueva Guinea como base para sus ataques a fuerzas indonesias.

La nación también ha tenido que lidiar con sus propias fuerzas separatistas: en los años '90 se produjo una tentativa secesionista en la isla de Bougainville, rica en yacimientos de oro y cobre, cuya población étnicamente está más próxima a la de las Islas Salomón. El conflicto terminó en 1997, con un saldo de más de 20.000 muertos, pero recién en 2001 el gobierno firmó un acuerdo de paz con los rebeldes que les permitió un grado de autonomía.

Flanco débil

La economía es otro aspecto que aún deja que desear. Mientras el 0,3% de la fuerza laboral que trabaja en las minas de cobre y oro genera el 66% de las exportaciones del país, más de dos tercios de la población vive de una agricultura de subsistencia.

El 80% de la población del país es rural y en las regiones montañosas aún sobreviven muchas tribus con muy pocos contactos con el mundo exterior y en las que el trueque es la forma primaria de economía.

Además, aunque el país dispone de ricos recursos naturales, su explotación se ha visto dificultada por lo escarpado del terreno y el alto costo de la explotación. Por ejemplo, la explotación de importantes reservas de petróleo quedó sujeta a la construcción de un oleoducto de casi 300 kilómetros, que tiene un costo de mil millones de dólares.

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