Singapur:
Ciudadanos enfrentan a su "estado
niñera"
Gracias
a la estricta disciplina fomentada por el gobierno, los singapurenses
lograron una floreciente economía.
CAROLINA
ÁLVAREZ PEÑAFIEL
Un país
modelo, donde los obedientes ciudadanos gozan de uno de los más
altos niveles de calidad de vida, donde la limpieza y el orden son fundamentales,
una ciudad de resplandecientes rascacielos, un moderno puerto y una
industria tecnológica que lleva la delantera. Singapur, uno de
los doce miembros fundadores del APEC, es de las más prósperas
economías del mundo que se las arregló para sobrevivir
una feroz recesión, cuando a fines de los 90 los mercados asiáticos
cayeron provocando una de las crisis financieras más ingratas
de los últimos cincuenta años.
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OBSESIÓN
La preocupación por la limpieza nunca se pierde de
vista en Singapur, cuyo barrio financiero tiene llamativas
esculturas.
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A diferencia
de muchos países, las campañas más comunes y enérgicas
del gobierno piden a la gente ser más cortés con sus compatriotas,
hablar un mejor inglés o aumentar sus familias. En la multirracial
y multirreligiosa ex colonia británica el respeto entre los ciudadanos
es elemental.
El esfuerzo ha logrado que en los últimos 40 años los
singapurenses hayan gozado de un ambiente de tranquilidad, algo difícil
de encontrar en la mayoría de sus vecinos. "La principal
preocupación del gobierno es mantener la cohesión social",
explica a "El Mercurio" Gillian Koh, del Instituto de Estudios
Políticos de Singapur.
La tropical ciudad-estado parece casi perfecta. Pero el crecimiento
de la población está estancado, los medios están
siempre bajo la lupa censuradora de un gobierno que ha sido tildado
de "niñera" y la gente está descontenta con
las estrictas reglas de convivencia que castigan con grandes multas
o incluso con la cárcel por masticar chicle, tomar o fumar en
lugares públicos.
"Uno los puede escuchar quejándose de las restricciones
y las reglas impuestas por el gobierno", asegura Dana Robert Dillon,
analista del Centro de Estudios Asiáticos de la Fundación
Heritage en Washington DC.
Dillon
-quien trabajó en Singapur durante un año y medio- explica
que es difícil evaluar la opinión pública por el
estricto control sobre la prensa y la autocensura a causa de la presión
de las autoridades, el riesgo de perder el trabajo o a ser demandado
por difamación.
La esperanza de un cambio surgió cuando en agosto recién
pasado el nuevo Primer Ministro, Lee Hsien Loong -hijo del patriarca
y fundador del país, Lee Kuan Yew- propuso como una de las metas
de su gobierno modificar la imagen de un Singapur siempre inflexible
bajo el mando del Partido de Acción Popular (PAP), que ha gobernado
el país desde su independencia en 1965.
"El liderazgo político de Lee, no está desconectado
con el deseo de oportunidades de participación política
y de iniciativas que consideren la gran diversidad de necesidades y
aspiraciones. El cambio gradual hacia una sociedad más inclusiva
ya comenzó bajo la administración de Goh Chok Tong (el
anterior Premier), en la cual Lee tenía un rol clave", dice
Koh.
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Demografía
en aprietos
Uno de los asuntos que más inquieta al
nuevo gobierno de Singapur es el bajo crecimiento
demográfico, un problema derivado de las
antiguas políticas de control de natalidad
de los 70, cuando la sobrepoblación del
país dificultaba el desarrollo económico.
Hoy, el problema nuevamente puede convertirse
en un obstáculo para el ahora próspero
estado que, en medio siglo podría verse
en apuros, por el envejecimiento de la población
económicamente activa, que no se renueva.
La tasa de natalidad es de las más bajas
del mundo y podría afectar al desarrollo
económico de la ciudad-estado. Hay 9,63
nacimientos por cada mil personas y el promedio
de hijos por mujer es de 1,04.
El gobierno, inquieto, designó un ministerio
especial que se ocupa de fomentar las políticas
de natalidad. La nueva cartera se ha propuesto
que los ciudadanos se sientan apreciados por el
estado y ha intentado facilitar la integración
de los inmigrantes.
Sin embargo, las políticas no han dado
buenos resultados.
Según el profesor de la Universidad Nacional
de Singapur, Kenneth Paul Tan, el problema está
en la mentalidad de la población. El desafío
de formar una familia, dice, es demasiado grande,
ya que también enfrentan una fuerte presión
laboral. |
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Pero hasta
ahora el nuevo gobierno no parece demostrar una voluntad muy clara por
hacer efectivas sus promesas.
Kenneth Paul Tan, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad
Nacional de Singapur, dice que en estos meses el gobierno ha hablado
de los cambios, pero hasta ahora sólo ha continuado con políticas
que ya se venían poniendo en práctica.
"No creo que el gobierno vaya a liberalizar las políticas,
como en alguna oportunidad dijo que quería, francamente no lo
creo. El Premier es producto del sistema y un beneficiario de él",
señaló por su parte Dillon.
Pero las promesas por cumplir no son el principal problema de las recién
asumidas autoridades.
La comunidad internacional ha reclamado en varias oportunidades por
el sistema de elección, que ha sido considerado como poco democrático.
"El gobierno ha sido acusado de nepotismo. Además, la familia
Lee tiene una gran fortuna", dice Dillon, quien agrega que Lee
es un hombre poco popular, identificado con los inflexibles gobierno
anteriores.
Las autoridades han rechazado las acusaciones de nepotismo y han señalado
que el Primer Ministro Lee es un miembro legítimo del Parlamento.
Pese a los llamados a una apertura política, en una sociedad
altamente competitiva y preocupada por la excelencia financiera, la
cuestionada legitimidad de Lee en su cargo tal vez encuentre su solución
en la economía.
"El negocio de Singapur son los negocios en sí. El factor
clave en la legitimación del gobierno del Partido de Acción
Popular es que tenga en buen estado la economía, de manera que
incluso en los difíciles últimos 7 años, los ciudadanos
han elegido a la colectividad gobernante como el equipo que sacará
lo mejor de la peor situación", explica confiada Koh.
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