El 30 de enero de 1943 se selló la derrota nazi en Stalingrado. Sin embargo, no sería ese el fin de la invasión alemana en la Unión Soviética. Hitler nunca aceptó una rendición y exigió a sus hombres mantenerse firmes a pesar de la contraofensiva rusa que estaba por caer.
Las cosas no estaban resultado fáciles para Alemania. A la derrota en tierras rusas se sumaría luego la que le propinaron los Aliados en Túnez, el 12 de mayo. Al parecer no había más camino que iniciar una retirada tratando de evitar más pérdidas.
Para, sin embargo, la Unión Soviética el asunto no sólo se trataba de expulsar a los alemanes. Stalin vio en esta posibilidad la opción agregada de sacar al nazismo de Europa del Este para, posteriormente - tal como sucedió- anexar esos países al control comunista. Por otro lado, el objetivo final era invadir Alemania, devolverle la mano a Hitler y quedarse también con ese país.
Batalla del Kursk
Los alemanes que sobrevivieron a Stalingrado iniciaron un regreso que no sería definitivo. Antes, Hitler - que no tenía entre sus planes abandonar la invasión- ordenó un ataque masivo contra la ciudad de Kursk, a unos 500 kilómetros de Moscú.
Sin saberlo, los casi 120 mil habitantes de esa ciudad verían como aquella batalla se transformaría en una de las más grandes de toda la guerra. No sólo eso. Además significaría el enfrentamiento donde tanto la Unión Soviética como Alemania pondrían lo mejor de sus fuerzas. El duelo marcaría a la postre el fracaso definitivo de Alemania en la Unión Soviética.
Furia desatada
900 mil
La cantidad de hombres que componen el Ejército Nazi que atacó Kursk.
2.700
Los tanques que tenía Alemania, entre ellos los reconocidos "Panther", "Tiger" y "Ferdinand".
1 millón 300 mil
Los soldados soviéticos que resistieron la ofensiva alemana.
3.000
Tanques rusos que participaron en el combate. Fue protagonista el "T-34"
4.000
El total de aviones envueltos en la batalla.
Al mando del general Walter Model, 37 divisiones atacaron Kursk el 5 de julio de 1943, en el mayor enfrentamiento de artillería pesada de la Segunda Guerra Mundial.
La "Operación Citadelle" fue mirada por Hitler como la nueva oportunidad de derrotar al gigante soviético, tras los malos resultados en Stalingrado. La ambición del Führer incluso lo llevó a mirar hacia otras zonas rusas como Moscú, el Volga y el Cáucaso, destinando parte de los ataques hacia esos frentes.
Por su parte, los soviéticos se defendieron cavando centenares de trincheras a lo largo de cinco mil kilómetros. Eso, además de los campos minados y las barreras contra la artillería pesada, confundió a la Wehrmacht, el Ejército alemán, que basaba su estrategia en el poderío de los carros armados.
Fue entonces, en medio de ese desorden alemán, que el Ejército Rojo lanzó una contraofensiva destinada a dañar el centro logístico alemán, en el sector de Orel. La reacción alemana fue dejar Kurks para reforzar Orel, pero los soviéticos eran muy superiores en número. El 5 de agosto, un mes después de su inicio, la Batalla del Kursk tenía su fin, y el Ejército Nazi cedía definitivamente a su enemigo el control de las acciones.
La derrota se sintió con fuerza en Alemania, donde muchos comenzaron a vislumbrar lo que vendría. El temor cundió rápido. Ahora la Unión Soviética vendría a atacar Berlín.