En Taiwán las personas viven juntas. Pegadas. Con 23 millones de habitantes y sólo 35 mil kilómetros cuadrados de superficie, son una de las localidades más densas de Asia: con suerte hay un metro y medio cuadrado para cada persona. La tecnología y las grandes construcciones hacen que ese tema no sea un problema en una cultura que está acostumbrada a vivir sin espacio, a compartir cada partícula de oxígeno con el de al lado. Cruzando el Pacífico hay un lugar del mismo tamaño que Taiwán, pero donde cada habitante –si se hiciera el ejercicio- tiene 175 kilómetros cuadrados para moverse libremente sin ver a otro humano; antes se toparía con un huemul. Es el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, el décimo más grande del mundo, la principal reserva de agua dulce del planeta y donde vive la última población de alacalufes en la Tierra.
Entrar al top ten de los parques más extensos del mundo es un dato solamente curioso, pero que da para vanagloriarse, salir un poco del ostracismo y ver qué ofrece el planeta conservación en otras latitudes. Si el chileno es comparable con la isla asiática, el número uno es prácticamente del mismo tamaño que Egipto. El parque nacional del noreste de Groenlandia tiene una superficie que bordea el millón de kilómetros cuadrados y cubre gran parte de la isla danesa ubicada entre los océanos Atlántico y Ártico. Ahí abundan los bueyes almizcleros, los osos polares, las morsas y el lemmings del ártico. Dentro de Sudamérica hay dos que superan en tamaño al Bernardo O’Higgins (desde ahora BO) y ambos protegen parte de la selva amazónica de su principal depredador: el ser humano. Está el PN Parima-Tapirapeco en Venezuela y el PN de las Montañas de Tumucumaque en Brasil, quinto y sexto en extensión respectivamente. Entre Estados Unidos (2° y 4°), Canadá (3° y 8°) y África (7° y 9°) se reparten el resto de los parques gigantes del mundo.
Si de cosas grandes se trata, el BO acuña la mayor masa de hielo, sin considerar los polos de la Tierra, gracias a que dentro de él se encuentran los Campos de Hielo Sur. Uno de los paseos más típicos (realizados por distintas agencias de turismo) y que anualmente lleva a más de 20 mil personas a conocer el parque comienza desde Puerto Natales. Luego de navegar un par de horas por el Seno de la Última Esperanza y observar, por ejemplo, el glaciar Balmaceda -cuyo tamaño se va reduciendo año a año- se desembarca en el sector Monte Balmaceda del BO, lugar donde la Conaf hace soberanía. Ahí el trekking no presenta mayores dificultades, pero el tiempo requerido para realizarlo no es menor debido al tiempo que toma contemplar el inusual paisaje: de fondo y con una majestuosidad y tonos de celestes infinitos cae, como una cascada congelada, el glaciar Serrano, el que se va dejando ver poco a poco mientras se camina entremedio de un bosque siempreverde de la zona formado en gran medida por coigües de Magallanes, cipreses de las Güaitecas y canelos. Al llegar al final del sendero la vista se forma en 360 grados: además del imponente hielo milenario y la vegetación, hay una laguna que acoge témpanos de distintos tamaños, que poco a poco van cediendo terreno hacia un río o terminan convertidos en vasos para el whisky que popularmente se sirve en estas excursiones.
Hay un paseo dentro de la zona que es bastante menos conocido y que, además de disfrutar de los paisajes únicos de esta parte de la Patagonia, ofrece la posibilidad de conocer una cultura que únicamente (sin contar las escasas excepciones en Natales) se encuentra ahí, en Puerto Edén. Esta localidad ubicada al sur del Golfo de Penas acoge a los kawésqar o alacalufes y a sus descendientes, cultura que históricamente fue nómade canoera y que durante el siglo XX comenzó a afincarse en este sector. En el poblado, principalmente pesquero, no viven más de trescientas personas (cerca de la mitad son alacalufes), que cuentan con escuela básica, servicio de salud y registro civil, presencia de Carabineros y Conaf, además de agua potable, luz, teléfono y televisión. Aquí, al igual que en otras zonas aisladas del país, como Puerto Gaviota (Parque Nacional Isla Magdalena), predominan las casas prefabricadas y la noción de turismo se reduce bastante –más allá de la artesanía que venden los kawésqar- a lo que logren hacer las agencias externas. Una de las principales discusiones que se da en Edén es la transculturación que están sufriendo los alacalufes, que si bien parece ser imposible de controlar (los mismos descendientes se abren a ella), los que están en contra de ésta pelean por conservar, entre otras cosas, el idioma, para que en futuro lo que nació hace cientos de años en los canales de la Patagonia pueda ser leído y escuchado a 18 mil kilómetros de distancia en una isla del mismo tamaño.
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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.
#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.
Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.