HIJUELAS.- 16 de agosto de 1833. Un joven inglés de 24 años duerme en medio del cerro La Campana. Lo acompañan dos arrieros del fundo San Isidro que lo ayudarán en las próximas horas a alcanzar la cumbre. “Cuando se hace completamente de noche, encendemos nuestro fuego debajo de una pequeña glorieta de bambúes; asamos nuestro charqui, tomamos nuestro mate y después de eso nos sentimos verdaderamente a gusto. Hay un encanto inexplicable en vivir así a pleno aire. La velada transcurre en perfecta calma; no se oye más que de vez en cuando el agudo grito de la vizcacha de las montañas o la nota quejumbrosa del chotacabras”, escribe un tal Charles Darwin en el libro que recoge su experiencia en Chile, 25 años antes que revolucionara a la ciencia mundial con su teoría de la evolución.
27 de diciembre de 2014. Es sábado y el estacionamiento del Parque Nacional La Campana, por el acceso de Olmué, está lleno. Familias disfrutan de las zonas de camping que la Conaf dispone para los visitantes. El sendero más concurrido por la gente es el del Andinista, el cual concluye, después de 7,5 kilómetros y un desnivel de 1.580 metros, en la cumbre del cerro. Según la información oficial esta ruta debiese tomar cuatro horas y media para subir, pero eso es sólo una referencia. Tal como hay amantes del trekking vestidos con marcas de ropa outdoor, mochilas Camelbak y anteojos de sol que brillan a kilómetros, también hay familias de todos los tamaños, quienes con jeans e incluso polerones se disponen a atacar un cerro que técnicamente no requiere mucho más conocimiento que tener cuidado en dónde pisar. Los primeros se toman el paseo como un entrenamiento que no durará más de tres horas, los inexpertos comienzan temprano para llegar a la cima seis horas después.
Apenas se ingresa en el sendero, da la sensación de estar en pleno sur de Chile. La vegetación abunda con especies como el boldo, el quillay, el coligüe y el enorme bosque de roble que rodea la zona. Siempre que se abre un claro entre la flora se observa, imponente, el macizo. Desde lejos parece una misión difícil, casi imposible: metros y metros de una pared de roca que recuerda a las olas que se forman luego de un terremoto. Actualmente esa primera impresión es alivianada por las señaléticas que indican la ruta, que a una hora de la cumbre está adornada por una placa que recuerda la visita de Darwin hace 178 años, cuando la virginidad del territorio era casi total.
17 de agosto de 1833. Darwin llega a la cumbre y parado a 1.980 metros sobre el nivel del mar, reflexiona: “Pasamos el día en la cumbre de la montaña, y jamás me pareció tan corto el tiempo. Chile, limitado por los Andes y por el Océano Pacífico, se extiende a nuestros pies como un vasto plano. El espectáculo es en sí mismo admirable, pero el placer que se siente aumenta aún con las numerosas reflexiones que sugiere la vista de la Campana y de las cadenas paralelas, así como del amplio valle del Quillota que las corta en ángulo recto. ¿Quién puede evitar asombrarse al pensar en la potencia que ha levantado esas montañas, más aún, en los siglos sin número que han sido necesarios para levantar, para allanar partes tan considerables de esas colosales masas?”.
28 de diciembre de 2014. El científico inglés describe a la perfección lo que se siente en la cumbre de La Campana. A tanta distancia la modernidad se nota poco. Las construcciones en Quillota y Olmué son, quizás, el único cambio que se percibe casi 200 años después. Desde la cima se observa el cerro El Roble, que es el límite este del Parque Nacional. Entre ambas montañas se encuentra un frondoso valle que esconde la otra maravilla de esta zona: el Palmar de Ocoa. Son más de 62 mil ejemplares de Palma Chilena que conforman el terreno con mayor densidad de esta especie en el mundo.
Además de las palmas, en este sector del parque -al cuál se accede por Hijuelas o caminando largas horas desde el acceso por Olmué- hay postales paradisíacas: una cascada que cae unos cuarenta metros (en verano el nombre cascada queda un poco grande) rodeada por cactus, palmas, robles, litre y sobrevolada por aguiluchos, tiuques y cóndores. De lejos observan los pumas y zorros, que para el visitante común difícilmente posarán. Darwin lo planteó en su famosa teoría y los mamíferos que habitan La Campana entendieron el mensaje.
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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.
#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.
Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.