1- Ejercicio para el verano: no tomar desayuno. Quizá solamente un café. Salir de la carpa, ir por una ducha o un chapuzón en el río, ponerse bloqueador solar y salir a caminar. No mucho, lo necesario para juntar hambre, para que lo se que vendrá en un par de horas sea como un premio. Una buena opción es el sendero Mala Cara. Son aproximadamente dos kilómetros con poca pendiente donde, además de caminar entre la flora típica de la zona y hacer trampa comiendo maquis, al final hay unos pozones ideales para refrescarse junto a los patos cortacorrientes. Durante el regreso pensar en las opciones: plateada a lo pobre, cordero magallánico o pastel de choclo. Comerse cada uno en la mente y después elegir. Sentarse en la Hostería Flor de la Canela y disfrutar el almuerzo ganado. La tarde es para descansar a la sombra y ver si con el estómago lleno las energías permiten realizar otro trekking. Uno más largo y con pendiente. Ahí el regreso será con una cerveza en la cabeza.
2- Si mirar desde arriba las siete tazas que se arman en el río Claro, o descender y pararse sobre el lecho para mirar los paredones de 50 metros que se forman es de por sí un espectáculo, ingresar a él con un kayak es, para los profesionales de este deporte, una de las experiencias imperdibles. Aniol Serrasolses es considerado como uno de los mejores kayakistas del mundo y para él esta zona es una de las más extremas por sus “limpias cascadas, locos rápidos y las extrañas rocas negras que lo rodean”. El recorrido para los profesionales, que visitan el parque en invierno, tiene 22 saltos que comienzan a unas dos horas de caminata desde el sector de camping para ingresar con su bote y pasar varias horas en saltos como el Caracol (uno de los más complicados). Si la confianza aún escasea, los entendidos sugieren que las mismas siete tazas son una gran escuela para iniciarse en el adrenalínico mundo de bajar cascadas.
3- Con el boom turístico de las Siete Tazas, vino también la considerable baja en estudios arqueológicos que, hasta 1997, realizaron en la zona profesionales chilenos como Donald Jackson y Mauricio Massone. Esas investigaciones concluyeron que la presencia de culturas prehispánicas en el sector fue considerable. Fueron 33 sitios donde se encontraron pruebas como puntas de flecha, piedras trabajadas y otras evidencias materiales de ocupación dejadas por grupos cazadores recolectores cordilleranos. Sin embargo, este año volverán las exploraciones: tras la obtención de un Fondart, el investigador Juan González Mejía en conjunto con la Conaf preparan el libro Catastro arqueológico: Presencia de culturas indígenas en el Parque Nacional Radal Siete Tazas. En él incluirán las antiguas pesquisas y además se incluirán nuevos sitios arqueológicos que ya fueron ubicados, pero que se mantienen ocultos del público general para evitar robos.
4- 26 de diciembre del 2012 y las réplicas del terremoto del 27-F seguían afectando a la zona centro sur del país. Esa tarde debido a los constantes sismos se generó una grieta en las formaciones rocosas de las Siete Tazas y el agua volvió a desaparecer rápidamente, como si le hubiesen quitado el tapón a esa parte del río Claro. “Ese día fui a dejar a los trabajadores a Molina y cuando volví en la noche el ruido del agua había desaparecido. Fue lo mismo que para el terremoto y como ya estábamos en verano la recuperación, por la falta de agua, fue mucho más lento. Igualmente aquí, haya o no temblores, en enero y febrero el agua que corre es muy poca debido a la sequía”, explica Héctor Carrasco, administrador del parque nacional y funcionario Conaf en la zona desde el 2009. Ese sería un nuevo verano sin agua turquesa para disfrutar.
5- Tal como el kayak es prácticamente exclusivo para profesionales, el trekking y andinismo dentro del parque es una actividad para el goce de todos. Además de los senderos que llevan hasta las cascadas más famosas (Velo de la novia y La leona) y que están habilitados para personas con discapacidad, existen en el sector del Parque Inglés un buen número de paseos para todos los gustos. Cinco, siete, diez o más kilómetros de recorrido –con distintos niveles de pendientes, todo muy bien señalizado- entre bosques donde predominan los robles, coigües, cipreses, radales, olivillos y helechos. El que destaca sobre todos es el trekking hasta la laguna Las Ánimas. El trayecto comienza con tres horas de caminata hasta el sector el Bolsón, donde además de un refugio de la Conaf está la mejor vista hacia el Colmillo del Diablo, un cerro que perfectamente podría adornar cualquier parque de la Patagonia. Luego tomará dos horas más llegar hasta la laguna -pasando por el valle del Indio y sus ñirres- donde se puede dar por terminada la jornada o planear el ascenso hacia el cerro Las Ánimas, que con sus 2.278 metros sobre el nivel del mar resultan un buen ejercicio para alcanzar en dos horas una cumbre que permite una visión de toda la cordillera de la zona. Hágalo en primavera.
6- ¿Parque o reserva? Las dos. Constantemente se genera una confusión acerca de la condición del Radal Siete Tazas. Hay guías que la ponen junto a los otros 35 parques nacionales y otras la alinean con lugares como Malalcahuello, Las Vicuñas o Los Pingüinos, puras reservas. En esta pasada nadie se equivoca. Por un tema de conceptual, un parque es una zona donde los ecosistemas no han sido alterados y en el Siete Tazas, cerca del sector Radal hay un bosque de pinos que no logró cumplir esos requisitos y quedó relegada. De igual forma, desde que en 2008 gran parte se transformó oficialmente en parque, las visitas han subido y se espera que continúen en alza. “En verano hay días que no hay capacidad y Carabineros tiene que desocupar los buses para que no suba más gente. Es un parque que se está quedando atrás en cuanto a capacidad. Para el 2017 está considerado terminar de asfaltar el camino y eso traerá aún más gente. Para el 2020 se espera que haya una media de 80 mil visitantes anuales”, cuenta Carrasco. Para graficar el éxito de este parque basta decir que a la fecha, las 45 mil personas que lo visitaron en 2014 ya fueron superadas.
7- Ejercicio para el otoño: juntar el pulgar de la mano derecha con el índice de la izquierda y viceversa. Con la mira rectangular que se genera, apuntar a cualquier dirección del valle que se aprecia desde los miradores del sendero Chiquillanes. El resultado será un paisaje digno de Alberto Valenzuela Llanos, uno de los grandes maestros de la pintura chilena. Y es que en esta época del año los miles de robles que llenan los cerros y planicies del parque arman un espectáculo único: las hojas que aún permanecen en altura tienen colores independientes; los rojos, amarillos, naranjos, cafés no son nunca iguales entre ellos, además los coigües que se cuelan entre el bosque (en el camino hacia el mirador hay tres que sobresalen por su enorme tamaño) aportan con sus hojas que nunca dejan de ser verdes. Sacar la foto, enmarcar y colgar el cuadro.
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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.
#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.
Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.