La historia moderna de los Juegos Olímpicos está marcada por el sueño de un solo hombre, el francés Pierre de Coubertin (1863-1937). Tras la derrota de su país en la guerra Franco-Prusiana, Coubertin se convenció de que la caída se produjo debido a los malos métodos educacionales, que dejaron espiritual y físicamente derrotado a su país. Convencido de sus ideas, Coubertin visitó Inglaterra curioso ante ciertos movimientos que buscaban revivir el espíritu olímpico de la Antigua Grecia. Fue así como el 23 de junio de 1894, Coubertin logró reunirse con delegados de doce países, que votaron de forma unánime por la restoración de los juegos y la formación de un Comité Olímpico Internacional.
La idea era comenzar en París en 1900, pero ante la presión de Coubertin, se decidió que los primeros fuesen en Atenas durante 1896. Un total de 241 atletas -todos hombres- se dieron cita en Atenas, algunos, como los estadounidenses, viajando meses desde su país, otros, principalmente europeos, aprovechando sus vacaciones en tierras griegas. Entre los participantes se contaba un chileno: el diplomático Luis Subercaseaux, que corrió en los 100, 200 y 400 metros planos.
Cerca de 40 mil personas asistieron al estadio Olímpico para presenciar la inauguración de la Era moderna. El Rey Jorge I fue quien dio por iniciados los juegos, que duraron nueve días en la capital griega. La población recibió con gran entusiasmo las competencias, en una fecha que coincidía con su 75º aniversario de independencia. El primer campeón olímpico fue el estadounidense James Connolly, quien se impuso en lo que hoy conocemos como salto triple. Connolly fue premiado con una medalla de plata -no se entregaba todavía oro- y una corona de ramas de olivo.
El principal campeón de los juegos fue el alemán Hermann Weingärtner, quien obtuvo seis medallas en las pruebas de gimnasia (tres de oro). El francés Paul Masson no se quedó atrás, ganando tres preseas doradas en las seis competencias de ciclismo. Se instauró la maratón como homenaje a la legendaria hazaña de Filípides, que en el 490 a.C. corrió 42 kilómetros para entregar un mensaje a los atenienses, ante la amenaza de los invasores persas. "Hemos ganado", alcanzó a decir antes de morir exhausto. El simbolismo de la prueba en 1896 radicó en que se trazó el mismo recorrido que hubiese seguido el soldado griego cientos de años atrás. Así, Spyridon Louis, un desconocido pastor griego, pasó rápidamente a ser considerado un héroe nacional en su país.