La vara alta que había dejado la organización de Atlanta 1996, no tuvo problemas para ser superada cuatro años más tarde en Sydney. No sólo los números apoyaron a la cita australiana, con más participantes que nunca en la mayor cantidad de eventos, completando una competencia que sacó aplausos desde la inauguración hasta la clausura.
La piscina olímpica se transformó en un escenario favorito para los aficionados locales. No sólo su crédito local, Ian Thorpe, coleccionaba medallas de oro (3) y plata (2), sino que también el alto nivel presentado por los holandeses Pieter van den Hoogenband e Inge de Bruijn, en las competencias masculina y femenina, respectivamente. La natación dejó como saldo un total de quince récords mundiales rotos. Éxito rotundo.
En la pista atlética, la estadounidense Marion Jones se convirtió en la primera deportista en ganar cinco medallas de atletismo en una misma edición de los juegos. Tres de esas preseas fueron doradas, en las competencias de 100 y 200 metros, además del relevo 4x400.
La alemana Birgit Fischer dejó claro que no estaba para ceder su trono en el canotaje, al ganar dos medallas de oro. La veterana totalizó así nueve medallas de oro en su carrera, obtenidas con veinte años de diferencia desde 1980. Otro caso de triunfos expandidos en el tiempo lo dio el bogador británico Steve Redgrave, que obtuvo oro por quinta vez consecutiva.
El ruso Alexei Nemov fue quien dejó Sydney con más medallas en su poder: 6. Su dominio en la gimnasia quedó en evidencia con sus dos preseas doradas y una de plata.
Chile una vez más logró sacar la voz en el medallero, al obtener el tercer lugar en el fútbol con el equipo encabezado por el delantero Iván Zamorano, máximo anotador del certamen. En su campaña, la oncena chilena superó a Marruecos y España en la fase inicial -además de un traspié ante Corea del Sur-, para luego eliminar a Nigeria en cuartos y caer frente a Camerún en semifinales. El bronce lo decidió ante Estados Unidos.