Tras el boicot liderado por Estados Unidos cuatro años antes en Moscú, los soviéticos (para un total 14 países) devolvieron la mano negándose a viajar a Los Angeles en 1984. Su ausencia se notó en varios deportes, pero no así en los bolsillos de los organizadores, que por primera vez en la historia terminaron con un saldo positivo.
La cita en California fue la primera que no dependió de aportes gubernamentales para financiarse, sino que se apoyó en dineros privados para llevarse a cabo. El resultado fue más que agradable: un superávit que superó los 200 millones de dólares. La gran estrella de los juegos fue el atleta Carl Lewis, quien emuló la histórica presentación de Jesse Owens en 1936, al completar triunfos en los 100 metros, 200 metros, salto largo y relevo 4x100. Cuatro oros y el inicio de una dinastía.
Ante la ausencia de las gimnastas soviéticas, la joven estadounidense de 16 años Mary Lou Retton abrazó con facilidad cinco medallas olímpicas, una de ellas de oro. Retton brilló en su presentación individual al marcar dos veces la perfecta nota "10". En la misma disciplina, el chino Li Ning obtuvo seis medallas para su país, que hasta esta edición nunca había ganado una presea dorada.
Pese a no ser un país futbolizado, la final del balompié entre Francia y Brasil tuvo una masiva asistencia de 100 mil personas. Era la primera vez que se autorizaba la presencia de jugadores profesionales, pero con la condición de que nunca hubiesen jugado una Copa del Mundo.
Las mujeres avanzaron otro paso en su carrera por la igualdad olímpica: con la introducción de la gimnasia rítmica y el nado sincronizado, sumó dos deportes en el programa de exclusiva participación femenina. También se incluyeron pruebas de resistencia, como la maratón fememina -que ganó por primera vez la francesa Joan Benoit- y la prueba de ruta en ciclismo.
La arquera australiana Neroli Fairhall, que a los 22 años sufrió un severo accidente en motocicleta, se convirtió en la primera atleta parapléjica que participa en un evento olímpico.