Sesenta años debieron pasar desde los primeros Juegos Olímpicos modernos, antes que el hemisferio sur del planeta acogiera una edición del certamen. Melbourne superó a Buenos Aires por un voto y se llevó el honor.
La lejanía con Europa y América, además de la deserción de algunos países por conflictos bélicos, no fue un obstáculo para que prácticamente se mantuviera la cantidad de naciones participantes, aunque con una ostensible baja en el número de deportistas en la Villa Olímpica. También los problemas financieros pusieron en jaque la realización del evento, pero finalmente todo se terminó a tiempo.
De cierta forma se puede considerar que estos juegos fueron bicontinentales, ya que las disciplinas ecuestres se llevaron a cabo en Suecia, cinco meses antes. La razón fue la estrica ley de cuarentena que afectaba a la llegada de animales desde el extranjero.
Una de las estrellas de los juegos fue el boxeador húngaro László Papp, que en la final de los pesos mosca, superó al estadounidense José Torres para llevarse su tercer oro olímpico. Fue el primer púgil en conseguirlo.
Estados Unidos, que arrasó con 15 de 24 medallas de oro en el atletismo, cumplió su actuación más deslumbrante en el baloncesto. Doblando siempre en puntaje a sus rivales, el quinteto estadounidense no tuvo problemas para llevarse el oro, liderado por Bill Russell, luego una histórica figura en la NBA.
El levantador de pesas estadounidense Charles Vinci estaba pasado 200 gramos en su categoría, pero con un rápido y eficaz corte de pelo, logró el peso reglamentario para llevarse la medalla de oro y además marcar el récord del mundo.
Chile una presentación como nunca antes, y como jamás ha vuelto a repetirse: cuatro medallas. La primera la alcanzó la atleta Marlene Ahrens, la única mujer medallista chilena. Su marca de 50.38 metros la dejaron en el segundo lugar de la javalina, detrás de la soviética Inese Jaunzeme. En el boxeo, Ramón Tapia fue segundo en los pesos medianos, Claudio Barrientos ganó bronce en la categoría gallo y Carlos Lucas subió al tercer lugar del podio en los medio pesados.
En un periodo de dificultades y mucha confrontación entre algunos países, los organizadores decidieron, como un gesto de unidad mundial, que todos los deportistas desfilaran juntos en la ceremonia de clausura. Fusionados, como una gran delegación. La tradición perdura hasta nuestros días.