Partió muy temprano la jornada de ayer lunes -el día más largo, más variado y con más kilómetros.
Al despertar me fui al computador y como había pasado la tormenta eléctrica recuperamos internet y veo que mi editor me pide una opinión sobre la posibilidad de postular a organizar la Copa del Mundo 2030. Me parece una idea fantástica. Un proyecto excelente. Un desafío inigualable. Algo similar plantee en la ANFP en 1995 (cuando era el Gerente de las Selecciones Nacionales). La idea era postular el 2010. Me miraron con cara de loco. No pasó nada. No dio ni para idea.
Hoy para plantearse algo así en serio hay que analizarlo muy bien. Debe ser un proyecto país, de lo contrario tendremos respuestas divididas de nuestra gente, como hoy sucede en Brasil con las manifestaciones sociales.
Pero, volvamos a la carretera.
Partimos el día visitando el estadio de Villa Tunari (aquel que me invitaron a inaugurar hace más de una década). Siempre me da gusto ver cómo se progresa y en este caso las tribunas “artesanales”, ya son parte del recuerdo. Seguimos en una ruta totalmente diferente de los días anteriores. Aquí abundaba el verde, aparecían poblados y ciudades en medio de la carretera y además se cruzaban ríos con gran caudal de agua.
Uno de los poblados más grandes con que nos topamos (la carretera atraviesa por villorios, pueblos y ciudades y hay semáforos, lomos de toro y también pasos peatonales –que poco se respetan-) fue Ypacanaví. Ahí vimos cómo las motos son usadas como medio de transporte colectivo, existiendo incluso paraderos para ellas.
Ya al llegar a Santa Cruz, vimos campos muy bien cuidados. Las llamas y las vicuñas habían sido reemplazadas por vacas y cebús. No se veía montaña alguna, pero sí grandes llanuras. El frío con sol no aparecía, pero caía una fuerte lluvia con temperatura superior a los 20 grados.
En Santa Cruz nos dirigimos a un Shopping (así le llaman aquí a los centros comerciales) y Ian descubrió que podía comprar sobres con láminas para su álbum del Mundial.
Tres bolivianos cuesta cada uno (unos $ 250.-) y compró buscando aquellas figuritas que le faltan -87 me dijo- para completar la colección, que le acompaña junto a las 222 repetidas que tenía al iniciar el viaje “las traigo por si puedo cambiar en Brasil”, me dijo.
Y nuevamente caí en el túnel del tiempo. Me acordé de mi primer álbum de “monitos”. Fue el de la competencia del fútbol chileno de 1968. Estaba en segundo básico y los “monitos” los pegaba con goma líquida Fulton. Esparcía el pincel sobre los bordes y con cuidado ponía la lámina en su sector… hasta que al cerrar las páginas se desbordaba la goma y se pegaban las páginas. Y a despegar se ha dicho.
Los repetidos se cambiaban o se jugaban. Cachipún tercera y a golpear la figurita pegada al suelo con la mano tratando de darlas vuelta (cuando alguien no sabía poníamos las láminas sobre madera y si el Cachipún nos favorecía era ganancia segura). El que lo lograba se llevaba el premio. Y estaba prohibido doblarlas. Tenían que estar planas. “Sin dobladita”, se decía.
Recuerdo que en ese entonces, Francisco “Chamaco” Valdés junto a Leonel Sánchez y Alberto Fouilloux, eran los ídolos de todos. Las camisetas trascendían. Uno seguía a los grandes jugadores. No había esa absurda lucha por los colores. Se disfrutaba a los que jugando bien aportaban a la pasión que despierta el juego.
A mí me gustaba como actuaba Chamaco Valdés, después tuve el honor de conocerlo como periodista y también tratar con él como Presidente de la ANFP. Recuerdo que me dijo “Presidente…” y le dije “por favor, yo a usted lo debería tratar de don Chamaco...”
Grandes recuerdos, pero volvamos a nuestro viaje. En el camino nos encontramos con Vanessa Vera y Francisco Pradenas que desde Valdivia emprendieron en su pequeño vehículo rumbo a la Copa del Mundo. Recorrieron desde el sur hasta Arica para cruzar por Tambo Quemado tras pasar por Putre y el Lago Chungará.
Cuando nos topamos, a unos 50 kms. de Santa Cruz, camino a la frontera con Brasil y Paraguay en el puesto policial de la localidad de Puerto Pailas, donde cruzamos el puente más grande de Bolivia, nos dijeron que llevaban unos 4.500 kilómetros de recorrido y que el 13 de junio querían celebrar su cumpleaños (ambos nacieron el mismo día, él cumple 29, ella 24) en el partido frente a Australia.
La salida de Santa Cruz nos cansó (nos quedamos varias horas en la ciudad… y al salir, a eso de las 18 horas, el tráfico era tan intenso que tardamos cerca de 90 minutos en tomar la carretera nuevamente) y no pudimos llegar a San Ignacio de Velasco (nos faltaron unos 200 kms.) que era el destino fijado. Así fue como nos sobrepasamos 102 kms. en lo que nos propusimos manejar como máximo diariamente (500 kms. era el límite). Lo hicimos pues todos en la ruta (policías, aduaneros, la gente del peaje etc.) nos dijeron que hiciéramos un esfuerzo y llegáramos a San José de Chiquitos.
Cuando nos quedaban unos 140 kms. para llegar, vimos un puesto en la carretera donde se podía comer. Paramos. Al bajarnos nos encontramos con tres menonitas cenando. Saludamos. No hubo respuesta. No hablaban español.
Fue otra experiencia que nos regala esta Bolivia llena de cambios, contrastes y enseñanzas. Tomando una de ellas hicimos caso, seguimos manejando por una carretera excelente con muy, pero muy poco tráfico. Fue así como ante la recomendación de la Policía nos quedamos en la Casa de Mamá, desde donde este martes iniciaremos la etapa final de esta travesía por tierras bolivianas para empezar a seguir a la Roja de Todos por tierras brasileras.
