Estoy con la mente trabajando en dos sentidos mientras dejamos Sao Paulo para iniciar la ruta a Belo Horizonte.
Por un lado, pienso en el partido del lunes de Chile frente a Holanda; y por el otro, dónde pararemos para ver a Uruguay frente a Italia. Ya tenemos definido que el encuentro de Colombia vs Japón lo veremos en Tres Coracoes, la ciudad dónde nació Pelé.
Es diferente el tráfico en Sao Paulo en día laboral. El lunes, tras el partido de Chile, fue un agrado manejar… calles semi desiertas, pues todo el mundo esperaba el partido de los locales. Pero esta mañana de martes, nos presenta múltiples tacos y hay que estar muy atentos para tomar la salida correcta en la autopista. No hacerlo te aleja kilómetros del camino.
Nos pasó ayer y fuimos a dar a un camino alternativo que nos paseó por diferentes localidades y nos permitió descubrir un río maravilloso: el Juqueri, que tiene a la ciudad de Mariporá como centro urbano y el Parque Estadual con el mismo nombre como su principal atractivo.
Un lugar de descanso, con bellos paisajes y a menos de 1 hora de Sao Paulo. Tras recorrer un poco el lugar, retomamos la autopista y paramos con el tiempo justo para ver el partido entre uruguayos e italianos.
Mientras almorzábamos vimos tres hechos notables. En primer lugar, la extraordinaria manera de atajar de Gianluigui Bufón, el portero italiano que con 5 mundiales a cuesta y 36 años nos recordó que es uno de los grandes arqueros de la historia.
En segundo lugar, lo bien ubicado del árbitro mexicano Marco Rodríguez para mostrarle la roja al mediocampista italiano Marchisio. A primera vista, no parecía falta tan grave, después no hubo dudas de la decisión.
Finalmente y lo que es lejos lo más preocupante del partido y quizás del torneo: la actuación de Luis Suárez al abalanzarse sobre el italiano Chiellini y morderle el hombro.
Recuerdo cuando era jefe de prensa en el Mundial de Estados Unidos 1994, mi primer mundial. Me tocó la sede de Boston y el último partido de esa Copa del Mundo en esa ciudad, era entre Italia y España.
Corría el segundo tiempo cuando España perdía 1 a 2 y buscaba afanosamente el empate. Un centro desde la derecha, y mientras la pelota avanza el italiano Tassotti le da un codazo en plena nariz al español Luis Enrique (hoy flamante técnico del Barcelona) quien se fractura la nariz y obviamente no puede seguir jugando.
El húngaro Sandor Puhl (que después arbitraría la final entre Brasil e Italia) no ve nada. El juego sigue, pero para Tassotti finaliza un par de días después.
Desde las oficinas centrales de FIFA (en ese Mundial en Dallas) nos piden todas las imágenes que tiene la televisión. En esos tiempos se grababan en una cinta VHS y se despachaban con urgencia a la sede, recibiéndolas esta al día siguiente.
Evalúa FIFA la situación y Tassotti, sin haber sido expulsado recibe 8 fechas de castigo. Era la primera vez que FIFA castigaba a aquellos que incurrían en faltas graves y que ni el árbitro ni sus asistentes habían apreciado. Y lo hacía basado en evidencias claras como las imágenes televisivas.
Seguro que la FIFA ya tiene todas las imágenes. Con certeza ya le habrán pedido al árbitro Rodríguez un informe de la situación y los uruguayos ya deben tener preparada la defensa. En todo caso, Rodríguez es el mismo que le “compró” a Fernando Torres de España, en el partido frente a Chile y que al ver que el delantero español había sido agredido en rostro procedió a expulsar a Estrada. Las claras imágenes de la televisión nos mostrarían la deslealtad de Torres, al tomarse la cara y acusar un golpe inexistente.
A mi juicio uno de los mejores delanteros del mundo actualmente, como lo es Luis Suárez, perdió –una vez más, y ya van muchas- el norte. Dado sus antecedentes anti-deportivos (porque como juega nadie se puede quejar) será difícil buscar aminorar la sanción basado en el argumento de “buena conducta anterior”.
La televisión brasilera se ha cansado de mostrar imágenes de Suárez mordiendo a un rival, en partidos oficiales, con la camiseta de Ajax de Holanda y de Liverpool de Inglaterra.
Habrá que ver cómo termina esta desagradable situación para los charrúas. Merecidamente clasificaron a la ronda de 16 equipos y se convirtieron en el quinto de los seis sudamericanos en avanzar en este Mundial (sólo queda Ecuador), pero el episodio opaca la celebración y pone dudas de que el insigne goleador, clave en el equipo, esté frente a Colombia.
Más allá del incidente, el técnico de los colombianos, el argentino José Pekermann, tuvo un gesto que ya no se ve en estos tiempos. Cuando Colombia logra su tercer tanto, a unos 8 minutos del final, le dice a Faryd Mondragón –el tercer arquero de los colombianos- que se prepare para ingresar.
Mondragón reemplaza al capitán Ospina en el minuto 85 y en cuanto pisa el césped de Cuiabá logra un nuevo récord. A sus 43 años y 4 días (celebró su cumpleaños el pasado sábado), pasa a ser el jugador más longevo en actuar en la Copa del Mundo, desplazando de esta forma al camerunés Roger Milla, quien jugó su último partido en la Copa de Estados Unidos 1994, con 41 años 1 mes y ocho días.
Milla tiene otro récord que es imbatible. Tras anotar el segundo gol frente a Colombia (el que eliminó a los sudamericanos) corrió hacia el banderín del corner y empezó a bailar como muestra de celebración.
Mondragón también tuvo su celebración. Durante el tiempo que jugó, tocó tres veces el balón (las tres con el pie) sirviendo dos saques de valla y rechazando de manera brillante un casi gol japonés cuando se jugaban los descuentos y el marcador ya iba 4 a 1 favorable a los colombianos.
Cuando esto ocurría ya estábamos en Tres Corazones (Tres Coracoes), la ciudad donde nació Edson Arantes do Nascimento. Un brasilero que en Santos recibió el nombre con el cual el mundo entero lo conoce: Pelé, o Rei do Futebol.
Nos detuvimos aquí justamente para conocer más de la historia de este deportista brillante y futbolista sublime. Esta mañana, antes de seguir rumbo a Belo Horizonte, iremos a los lugares donde vivió su infancia.
