Llegar a Río de Janeiro en estos días, es equivalente a arribar al centro del planeta fútbol.
Son miles los que caminan por sus calles, especialmente la Avenida Atlántica, donde está la universalmente famosa playa de Copacabana, en cuyo sector norte se levanta el Fan Fest con mayor capacidad en el mundo. Los varios kilómetros de playa albergan a todos los que quieren ver ahí los partidos de la Copa del Mundo.
En el caso de ayer a miles de brasileros y a unos cientos de mexicanos, sumados a argentinos, colombianos, hondureños, ingleses y un gran contingente de chilenos que ahí se reúnen para iniciar los ensayos del Ceacheí … y el Chi Chi Chi que repiten muchos a coro cuando ven nuestros colores.
Los mismos colores y gritos que inundarán hoy el Maracaná cuando salgan a la cancha los jugadores de Chile.
Un buen momento para atreverme a hacer un análisis que igual me complica por mi triple condición partidista: periodista, dirigente e hincha.
Advierto que hace muchísimos años que dejé de creer en la objetividad de quienes trabajan en los medios (al final, es inevitable que cada uno lleve agua a su molino). Y hacerlo como dirigente no se simple. He postulado siempre que quienes dirigimos debemos dar las herramientas para que los técnicos puedan sacar el mayor potencial a los jugadores.
Por ello es que mis opiniones, las pocas veces que las doy, se dan en círculos familiares o de mis amigos de la Liga. Me cuido principalmente de que quienes no conozco, escuchen de mi boca algo referente a los jugadores. Esto debido al profundo respeto que les tengo, pues ellos son los primeros y principales actores de este deporte.
Entonces a las dos condiciones anteriores deberé sumar en el análisis mi condición de hincha para emitir juicios. Ahí se asumen algunos “errores de apreciación” escudado en la pasión. Mal que mal, sigo a la selección desde muy pequeño. He visto en el estadio casi todas las eliminatorias desde la de Argentina 1978 –salvo la de 1989 pues estaba en Europa y esta última por razones obvias- y sé lo que es sufrir, desde el tablón, con los goles en contra –especialmente doloroso fue para mí el de Muñante en marzo de 1977.
Entonces, tras esta advertencia, cuando me pongo a pensar en la evolución de los jugadores, debo decir que el que más me sorprende es Marcelo Díaz. No aparecía en los libros para Sudáfrica y ahora cuesta imaginarse a la selección sin su presencia.
Lo que le vi en la primera media hora en Cuiabá sólo sumó puntos de admiración: su facilidad para ubicarse en el centro de la defensa cada vez que salía el equipo habla de una gran calidad. Y si le sumo que con el balón pocas veces se equivoca, entiendo porqué juega en el club más popular de Suiza, el Basel, un equipo que nunca esconde su deseo de ganar todo lo que disputa.
También ha crecido, y mucho, Arturo Vidal. Recuerdo cuando Rudi Voeller me preguntó por él en el 2007. Tenía buenas referencias y quería mi opinión. Se la di y el campeón del Mundo de 1990 fue a Chile, en su calidad de presidente del Bayer Leverkusen, a verlo jugar. Algo pasó que no se concretó ahí el traspaso, pero semanas después hicimos un amistoso con Argentina en Mendoza (0-0), Arturo jugó de gran forma y los alemanes no dudaron más y se lo llevaron.
De ahí en adelante, crecimiento permanente de Arturo, hasta transformarse en estandarte de la selección.
También lo de Alexis es notable. Lleva ya un par de temporadas en uno de los 5 grandes del fútbol mundial y resiste presiones mediáticas –cada dos semanas anuncian algo negativo de él como jugador y a veces incluso en lo personal- como si nada pasara. Una vez, al final de un entrenamiento en Barcelona, le pregunté cuánto pensaba seguir en el Barca “todo lo que me queda de carrera” me dijo “para que me voy a mover de aquí”. Y lo hizo con una sonrisa que denotaba su felicidad.
Sin duda, esos son dos de los jugadores que han crecido mucho como jugador y también como persona.
Esto último lo grafico en la entrevista que ayer le leí a Arturo en O Globo. Diplomático, sencillo, inteligente para no caer en el juego de las provocaciones … distinto al que conocí el 2007.
Del capitán, Claudio Bravo sólo puedo repetir lo que vengo diciendo hace mucho tiempo. Es posible que a más de alguien no le guste su estilo ni su forma de jugar y lo comparen con otros que actúan en la liga chilena … pero no nos equivoquemos, Claudio le ataja –todos los domingos desde hace unas 7 temporadas- a los mejores del mundo.
Entonces, las comparaciones resultan odiosas. Lo que yo espero es que el capitán de la Selección sea el primer jugador en la historia del fútbol chileno en llegar a los 100 partidos. Su talento y su calidad humana se merecen ese logro.
De otro que puedo hablar con propiedad es de Gary Medel. Lo vi llegar, a fines de los 90, a San Carlos de Apoquindo. Debe haber andado por los 11 ó 12 años. Era un chiquito que saludaba con respeto y que sabía que en sus pies estaba la oportunidad de su vida.
Y luchó contra todo para lograrlo. A punta de trabajo, sacrificio y cariño por lo que hacía. De chico fue un hombre grande y hoy cuando debe asumir más responsabilidades no las rehúye. Al contrario, pareciera que le gustan.”
Tampoco puedo dejar de referirme a Mauricio Isla. Otro buen hombre. Nunca, pero nunca, me he explicado como Universidad Católica le vendió su pase a un representante de jugadores e Isla nunca vistió la camiseta cruzada. No creo en la explicación que señala que su salida se debió a la mala relación con el técnico del momento ni tampoco en la necesidad de hacer caja … en mi opinión un jugador de esa categoría, primero debe defender los colores que lo formaron –y para los problemas que puede tener en el camino estamos los dirigentes- y después emigrar.
Lo conocí en la sub20 de Canadá 2007. Recuerdo haberlo visto jugar de líbero y le dije que en ese puesto destacaría. No olvido su respuesta “Yo juego donde me pidan. Si quiero triunfar, eso tengo que hacer”.
Hoy de lateral volante; mañana en el mediocampo; otro día de último hombre. Sin duda el oriundo de Buin debe ser uno de los jugadores más versátiles del fútbol chileno.
Gonzalo Jara también ha crecido. Sus actuaciones en la Liga Inglesa –en la Premier y en la Championship- le han hecho madurar. Ya no se equivoca en cosas absurdas (como la amarilla en Quito frente a Ecuador el 2008, por tratar de engañar al árbitro diciendo que le pelota estaba desinflada) y está más concentrado y seguro con el balón en los pies.
Otro que conocí de niño es Jean Beauseajour. Siempre con una sonrisa, es un muchacho que piensa y busca cultivar su intelecto. En algún momento dejó el fútbol y se pensaba que no volvería. Qué pérdida habría sido.
Frente a Australia demostró que su velocidad y desborde siguen muy vigentes. No fue titular, pero entró a la historia sin egoísmo alguno. Además siempre preocupado de sus ex compañeros (me consta como ayudó a uno que iba a ser un crack, Luis Jara “Jarita” pero que no alcanzó a saborear las mieles de la gloria) seguro que cuando deje el fútbol tendrá mucho que aportar a la sociedad.
Del último que me atrevo a opinar es de Jorge Valdivia. Para mí un genio. Es verdad que ya no desequilibra tanto como lo hacía años atrás, pero es causa de preocupación para los rivales cada vez que recibe el balón. Sus genialidades se mantienen vivas y aunque ya no será el mejor 10 del mundo (como siempre pensé que llegaría a serlo) igual su talento nos ayuda a alimentar la pasión por el fútbol.
Del resto, prefiero el silencio. Me equivocaría con mucha facilidad al comparar lo que eran el 2007 y lo que son hoy. A mí me alegra que sean capaces de desarrollar en plenitud el talento que recibieron. Que la gran mayoría esté creciendo como jugador y también como personas fuera de casa. Suman minutos en la cancha; acumulan horas para la vida.
Crecen, como espero ver agrandarse a todos esta tarde en el Maracaná. A los hinchas alentando, a los jugadores superarse al máximo para cumplir con lo que el planeta fútbol Chile espera de ellos.
