Cambió el ambiente al retornar a Copacabana.
Ya no abundan los chilenos. Hoy dominan argentinos y colombianos, con algunos mexicanos y gente de otras nacionalidades.
La humedad es la misma en este placentero invierno carioca, pero los personajes que circulan son otros al volver ayer a la Cidade Maravilhosa para presenciar Francia-Alemania.
Todo lo anterior es signo evidente que llegó la hora de cerrar este blog.
Y de paso agradecer a los que lo hicieron posible.
Parto por mi esposa (Eugenia) y mis cinco hijos (Harold, Alex, Oliver, Eric e Ian), que siempre me creen y acompañan en las “locuras” que se me ocurren. Sin ellos habría visto el Mundial sólo por TV. ¡Gracias por estar siempre!
También agradezco a aquellos que siguieron el blog (y vieron los videos) y que hicieron comentarios alusivos a los temas tratados. Y aquí incluyo a todos, a los que la disfrutaban y agradecían; a los que daban su objetiva y neutral opinión y a los que sentían que era poco y nada lo que mis palabras aportaban.
También agradezco a la empresa El Mercurio, Emol.com, Emoltv y sus editores. Ellos fueron fundamentales en mantener la motivación y además en que los contenidos siempre tuvieran características diferentes.
Además la empresa LG. El teléfono LG GFlex que me entregaron, me permitió siempre estar conectado. Incluso en los lugares más lejanos y apartados, nunca perdí la señal. La cámara y el lente que posee el celular me ayudó tanto en las fotografías como en los videos. Finalmente sus múltiples programas y la gran duración de su batería me fueron de gran utilidad.
No puedo dejar de formular mis agradecimientos a las 4 empresas que me apoyaron en esta aventura. Nike, que me dio ropa y zapatillas de primera calidad que me hicieron estar siempre uniformado; Cerveza Cristal que siempre está presente en iniciativas que ayudan a compartir y unir a los chilenos; Liberty Seguros, que no sólo me apoyó, sino que además nos permitió desarrollar un gran proyecto con 9 niños de diferentes comunas del país que vinieron a Belo Horizonte a vivir el Brasil Chile; finalmente Mac Donalds que creyó en mi columna y también trajo a un niño y una niña chilena que salieron al campo de juego en la previa al partido de Chile frente a España.
Es necesario también agradecer a los innumerables hinchas que, aquí en Brasil, me pidieron una fotografía; que me felicitaban por lo realizado en el pasado; y que me instaban a retomar el camino en la ANFP al preguntar “¿Y cuándo vuelve? decían “Ojalá después del 13 de julio –día de la final-, cuando Chile termine su participación en el mundial” les respondía.
Se reían, pero es que era muy complicado decirles que mi participación en la dirección del fútbol chileno, es parte del pasado. Ya estuve ahí (con los errores y virtudes que todos conocen) y no hay posibilidad alguna que este noviembre vuelva a intentar ser electo Presidente de la ANFP.
La razón es muy simple y la aprendí en estos últimos años: no encuentro saludable la eternización en los cargos que son electos. De ningún tipo. En ninguna actividad. El recambio hace bien. Qué dirijan otros aporta. Suma. Oxigena.
Ya sea para descubrir que las cosas siempre se pueden hacer mejor o bien para darse cuenta que el anterior no lo hacían tan mal.
Recuerdo que conceptos similares se los leí, hace unos años, en una entrevista a Federico Valdés, ex presidente de Universidad de Chile. No es un misterio que no nos llevábamos bien en lo institucional (en lo personal no tengo ningún problema con él y debo reconocer que cada vez que llegamos a un acuerdo siempre, siempre cumplió íntegramente su palabra) pues tenemos concepciones diferentes de muchos aspectos del fútbol y de la vida. Pero eso no obsta a que comprendiera los mensajes que él enviaba.
Uno de ellos fue justamente en el sentido de lo negativo que era que los dirigentes permaneciéramos más de uno o dos períodos en un cargo. El tiempo me hizo encontrarle toda la razón.
Evidentemente hay otras razones para ni siquiera pensar en volver. Bajo mi perspectiva, uno siempre debe buscar nuevas metas y objetivos. Quedarse en lo mismo trae el riesgo de empantanarse. Y ahí el peligro de perderse en el pantano es muy grande.
Entonces al salir de la ANFP (y después de FIFA) busqué nuevos caminos. Y aparecieron muchas y variadas alternativas.
La primera es que me entretengo y la paso muy bien con lo que hago: junto a grandes y leales amigos –uno de ellos, Eduardo Rojas, ha sido un gran copiloto, editor y mejor compañero en esta aventura- hacer crecer la Fundación Ganamos Todos es un tremendo desafío (y recorrer Chile con nuestro mensaje pro actividad física es una gran motivación); las diferentes asesorías que realizo me llenan el gusto; dictar charlas y compartir con la gente me permite estar siempre atento (la próxima la organiza el Mercurio de Valparaíso. La dictaré en el Sporting Club el 10 de julio a las 19,30 horas) y el contacto permanente con los estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica (ya sea por los cursos que dicto o las actividades que hacemos con la Fundación) me hace estar siempre refrescando ideas.
Además nunca he escondido mis deseos de contribuir a recuperar, para mi ciudad, el Club de Deportes Antofagasta y si me lo piden, no rehusaré a ser candidato a presidir el club de toda mi vida.
También lo he dicho y lo reitero: no siento que tenga deudas por cobrar con nadie. Lo que pasó, pasó. No hay heridas abiertas. De mi época de la ANFP, yo no tengo cuentas pendientes con ninguna persona, institución, organización, club, empresa o lo que sea.
Eso sí, con todos los que me ayudaron a sacar adelante ese proyecto tengo una enorme deuda de gratitud que día a día trato de pagar, intentando contribuir a vivir en un mejor Chile.
Quiero graficar todo lo anterior con un hecho que sucedió en agosto del 2013.
Fue noticia cuando, manejando por la carretera austral, camino a La Junta a un proyecto de la Fundación, impacté un vacuno. El animal murió, pero gracias a Dios ni a mi señora ni a mí, nos pasó absolutamente nada, aunque el auto tuvo pérdida total.
Recuerdo que al rato, nos trasladaron al retén de Villa Mañihuales. Pero como las noticias vuelan, ni bien alcancé a llegar a esas dependencias de Carabineros cuando un periodista de Radio Bío Bío me llama y pregunta si estoy bien después del choque.
Hoy no recuerdo sí, a raíz de la difusión que tuvo el choque ya conté lo siguiente (Si lo hice nada se pierde al reiterarlo): en el retén estábamos siendo muy bien atendidos por el suboficial mayor Rojas y los sargentos Beltrán y Pacheco además del resto del personal, cuando empezaron los llamados telefónicos y mensajes de texto.
Uno de ellos decía: “Supe del accidente. Me alegra mucho que no te haya pasado nada” firmaba Sergio Jadue. Obviamente le agradecí el mensaje y sus palabras.
Y en ese mismo instante, comprendí que era necesario dar por cerrado un ciclo que, de continuarlo, en nada me haría crecer ni como persona, ni como dirigente.
Tengo y tendré muchas diferencias con como se hacen las cosas hoy en nuestro fútbol. Me parece legítimo. Es parte de la democracia. Yo creo en el bien de la industria, no de fábricas en particular. Lo que veo me indica que es otro el camino que hoy se sigue.
Pero no es mi tema. Ya la página dio vuelta. Y no necesito volver atrás para entender lo que estaba escrito. Lo tengo muy claro.
¿Pero cómo le explico eso a los que me pedían volver, mientras caminaba por distintas partes de Brasil con mi esposa e hijos?
Por eso prefiero hacerlo en esta columna. La que me ha acompañado y mantenido inquieto durante esta maravillosa aventura familiar que empezó hace cuatro semanas. Ha sido una experiencia inolvidable.
Rica en todo sentido. Con matices de gran alegría y orgullo; y momentos de pena, impotencia y rabia.
No partió con la mejor noticia al detectar la pérdida de mi mochila (que nunca apareció) y termina de forma extraordinaria –aunque desde mañana empiezo la vuelta con unos 4000 kilómetros por recorrer- mientras espero el partido entre Francia y Alemania (¿será revancha de aquel glorioso e inolvidable partido del Mundial 1982?) en el Maracaná y después Brasil-Colombia en el Fan Fest de Copacabana, echando de menos a las hordas de chilenos que nos hicieron sentir locales aquí en Río de Janeiro, la capital de la Copa del Mundo Brasil 2014.