Domingo 29 de junio de 2014
El blog de Harold: Estuvimos tan cerca, como nunca antes en la historia
La tristeza nos invade después de perder en la más dramática definición de la “Roja” en 100 años. No se logró lo que se buscaba, pero no hay quejas.
Harold Mayne-Nicholls
Ex presidente de la ANFP

Mayne-Nicholls, periodista, trabajó en diversos cargos de la Fifa entre 1994 y 2012, además de haber presidido la Asociación Nacional de Fútbol entre 2007 y 2011.

Duelen todos los músculos al bajar las escaleras del Mineirao. También el alma al sentarse, ya bien entrada la noche, a escribir y recordar los momentos vividos. No cambia la situación cuando ya con el sol en lo alto corrijo lo escrito.

Eran pasos lentos que se suman de a uno al salir del estadio. Es también trabajoso encontrar las letras en el teclado, para darle forma a las palabras justas que merece esta columna. Todo en medio de la tristeza que nos invade a los que vestimos de rojo, por algo que estuvo, tan pero tan cerca.

Como nunca antes en nuestra historia. Avanzar, sacar cartel de candidato y de paso dar el gran golpe y silenciar a un pueblo que desde temprano se vistió de amarillo.

Y el no lograr el objetivo nos obliga a congelar la sangre que hierve para no caer ante las provocaciones permanentes que nos van lanzando los brasileros mientras vamos saliendo del estadio.


Son las reglas del juego. Uno debía dejar la Copa del Mundo.


Pudo ser cualquiera. Nos tocó a nosotros en la más dramática definición que le haya tocado participar a una selección chilena en sus más de 100 años de historia.


Es que se estuvo tan cerca de cumplir el sueño, que cuesta imaginarse que momentos así se vuelvan a vivir en el corto plazo. No se logró lo que se buscaba, pero no hay quejas. Se jugó de igual a igual, sin complejos ni con artimañas.


Un partido reservado para aquellos que han construido su temple en la persecución constante y permanente del éxito y que han marcado un camino del que nunca podemos alejarnos: el de la seriedad, el trabajo planificado y el respeto a las normas claras que siempre deben regirnos.


Son momentos tristes, que impiden analizar en su globalidad lo que se vivió en Brasil en estos días.

Hasta el sábado a mediodía todo era broma entre los brasileros aquí en Belo Horizonte. Daban por hecho y seguro su paso a la fase siguiente. Nunca temieron sufrir tanto en los 90 minutos de tiempo reglamentario. Menos ir a 30 minutos de suplementario. Jamás llegar a penales.


Tanto que el silencio en que quedó el estadio cuando igualamos a dos la tanda de los 12 pasos, dudo que se vuelva a repetir.


Porque de que sufrieron, sufrieron. De que a ratos se desesperaron, se desesperaron. De que nunca pudieron establecer completamente sus condiciones, nunca lo pudieron hacer.


Entonces uno compara las eliminaciones anteriores frente a Brasil en los mundiales y encuentra que la de Francia no tuvo cuota alguna de dramatismo. El 4 a 1 final, señala a todas luces las diferencias entre ambos equipos. En Sudáfrica no fue muy distinto. El partido terminó 3 a 0 y a pesar de la lucha dada por los nuestros, Brasil fue un justo vencedor.


El otro partido es de la semifinal de la Copa del Mundo de 1962. Dice la historia que cuando íbamos 3 a 2 abajo en el marcador, Honorino Landa hizo una perfecta chilena que se estrelló en el horizontal. Finalmente fue 4 a 2 en contra.

Ayer en cambio no perdimos en el partido. Tampoco sumamos una victoria moral. Lo que sucedió es que caímos en la definición más temida por todos: la de los penales que más buscaron ellos que nosotros. Por ello nos vamos con la frente en alto, pero con el alma adolorida.


Claramente se podía avanzar. Dos de los tres postes, de lo que vendría a ser el arco sur del estadio Nacional, lo impidieron. El horizontal cuando el partido agonizaba y ellos ya no tenían reacción; el vertical derecho cuando los penales eran el único camino a definir quien seguía en la Copa.


Las oportunidades estuvieron en un ambiente que no tuvo algunas de las características de los otros tres partidos que jugó Chile en la Copa del Mundo 2014.


Aquí, en la Capital del Estado de Minas Gerais, no hubo presencia mayoritaria chilena en las tribunas como en los 3 encuentros anteriores. Ya al llegar al estadio se veía un amplio dominio del amarillo sobre el rojo. Después se sabría que hubo unas 6 a 7 mil entradas para los sobre 30 mil chilenos que se estima estaban en Belo Horizonte.


Fuimos visita en el estadio, pero me dicen que en el Fan Fest equiparamos. En ambos lugares, el himno resonó y fuerte. Ya acostumbrados a no respetar el máximo de 90 segundos que da el protocolo fijado por la FIFA para cada himno nacional, los nuestros –a pesar de su evidente inferioridad numérica- siguieron cantando a voz en cuello. La rechifla de los brasileros no acalló a ninguno y nuestra canción nacional se interpretó en su totalidad.

Más tarde vendría el partido que se guardará, como tantos otros, en la historia. No dio para exhibirlo en forma permanente, pero nada hace que nos avergoncemos de lo que se hizo en el campo.

No lo recordaremos por haber obtenido lo que se fue a buscar, sino por haber sido capaces de recomponer el equipo ante el mal inicio y terminar dominando las acciones y a ratos superando con largueza al equipo verde amarelho, tanto que su portero Julio César –muy criticado cuando el técnico brasilero le dio la camiseta de titular- fue elegido el mejor jugador de la cancha y terminó llorando ante los nervios contenidos de un posible adiós temprano de la Copa.

Tampoco se hablará del árbitro ni de aspectos ajenos al juego. Nada interfirió en el normal desarrollo del partido que fue una clara comprobación del porqué nos apasiona tanto este juego.

En lo personal, sólo tengo palabras de elogios para los jugadores. Me siento orgulloso de cómo se despidieron de Brasil 2014. Y de lo que hicieron en sus cuatro partidos. Nunca dejaron de ser ellos en la cancha y eso se agradece.

No creo que esas palabras mágicas con las que se califican las derrotas “nos faltó categoría para ganar el partido” o las otras “no tuvieron la ambición para hacerlo” vengan al caso en esta oportunidad.

Para mi, ni una ni otra. Se falló en una instancia donde hay mucho de técnica, gran apoyo en el azar, pero donde también debe estar presente la sangre fría imprescindible para sacar adelante proyectos de ambición universal.

No se pudo y hay que empezar a planificar el retorno. De nuestra parte, habían más ideas de cómo seguir hasta Fortaleza, antes de cómo iniciar el recorrido de vuelta a Chile. No estaba en los planes dejar Brasil en esta instancia.

La maciza actuación frente a España en Río de Janeiro y los buenos momentos ante Australia y Holanda, permitía albergar algo más que esperanzas. El partido en Maracaná era el gran aval para seguir.

Con la pelota , golpeando la parte interna del vertical izquierdo del arquero rival y atravesando el arco de Brasil sin ingresar nunca, ese proyecto de ir al norte de Sudamérica se transformó en la tristeza del cambio de planes.

Se nos dio el regreso anticipado. Lo más doloroso. Lo que nos hace bajar las escaleras de manera lenta. Lo que impide dibujar sonrisas a pesar de la buena actuación.

El sino que nos persigue. Frente a los brasileros siempre quedamos a mitad de camino en los mundiales.

Ya habrá una nueva ocasión de empezar a revertir la historia.

Por ahora, no busquemos más explicaciones.

El fútbol tiene esto: nos da tantas alegrías como penas. Ayer nos tocó lo segundo. Cuando se nos den las alegrías no dejemos en el olvido estos momentos de dolor que, sin duda alguna, nos siguen ayudando a crecer.



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