Hace tiempo que no me ponía tan nervioso.
De acuerdo al programa elaborado con Liberty Seguros, habíamos pactado un partido de futbolito (8 por lado en mitad de cancha) entre una selección de la Escola de Futebol de Claudio Taffarel con un equipo, que viajó desdeChile, conformado por niños de distintas comunas donde la Fundación Ganamos Todos -que presido- desarrolla proyectos. El horario acordado eran las 17,30 horas.
Y poco antes de las 5, mientras esperábamos que los nuestros llegaran directo desde el aeropuerto a la cancha, se me acerca el entrenador de los brasileros y me dice “¿Qué pasa que no llegan sus jugadores?” me muestra el reloj y sigue “Quedamos para las 5”. Empiezo a imaginarme que puedo estar equivocado, que me traicionó mi portuñol y que la hora era la que el técnico me señalaba … y aparecen los nervios.
Busco en la calle el bus que traía a la delegación y me quedo con la mirada perdida en el horizonte. Ni huellas de un bus. Al llamar, sólo respuestas para dejar mensajes. Tal vez aún venían volando. ¿Habrán aterrizado? ¿Tendrán algún problema con el equipaje? ¿Dejara el infernal tráfico de Belo Horizonte avanzar al bus para que llegue a tiempo?
No hay respuestas mientras el minutero avanza y las preguntas siguen: ¿No causaremos una doble frustración -por error nuestro- y tanto los brasileros como los chilenos se queden sin jugar? Hasta que, bajando con sus maletas, aparecen los niños de la delegación. En la empresa Liberty Seguros, que fue la que hizo posible el viaje, los bautizaron como Esperanza Roja. Un verdadero combinado nacional con representantes de 6 regiones del país y 9 comunas. Se conocieron en el aeropuerto de Santiago y la única práctica la tuvieron en el terminal 4 de Sao paulo mientras esperaban el avión a Belo Horizonte.
Repasemos a cada uno de ellos: Bastián Céspedes Vergara (San José de Maipo, proyecto que realizamos con AES Gener), Harrison Orrego Tabilo (Cuncumén, proyecto con Minera Pelambres), Sergio García Yáñez (San Bernardo, proyecto con CGE), David Méndez Cholele (Mamiña, proyecto con Pampa Norte), Camilo Espejo Tapia (Tocopilla, proyecto con AES Gener), Christian Arancibia Vicencio (Población José Miguel Carrera, Antofagasta, proyecto con Barrick Zaldívar), José Luis Palacios Olivares (Huasco, proyecto con Guacolda), Matías Acuña Gutiérrez (Catripulli, proyecto con Salmonera Los Fiordos), y Jonathan Montecinos Trujillo (Mejillones, proyecto con BHPBilliton).
Tienen entre 11 y 15 años y para formar parte de la delegación fueron elegidos por sus profesores y entrenadores. Todos participan en forma habitual en los programas que con la Fundación realizamos en sus comunidades.
Ni nosotros ni ellos nunca soñamos en esta gran oportunidad que nos dio Liberty Seguros, uno de los auspiciadores locales del Mundial (hay seis empresas de categoría mundial y seis de categoría local), quienes en su plan de Responsabilidad Social determinaron que la asistencia de niños chilenos a la Copa del Mundo, podría ayudar a estos infantes en su formación como personas y así ayudar a sus comunidades.
Se acercaron a nosotros, supieron lo que hacíamos y trabajamos juntos para sacar adelante este proyecto. En un comienzo la idea era ir a Cuiabá para el partido frente a Australia. Diversos motivos nos llevaron a elegir un partido de octavos de finales. Sería Fortaleza o Belo Horizonte. Dependía de la Roja de Todos.
Liberty Seguros tenía plan A y B. Si terminábamos primeros iríamos a Fortaleza superando todos los problemas logísticos que ello implicaba. Cualquier otro puesto implicaba venir a Belo Horizonte. Mientras esperábamos la confirmación de la ciudad a la que se viajaría, fuimos confirmando a los niños y explicando a sus familias el proyecto. Desde entonces, sólo momentos emocionantes vivió la gente que trabaja en la Fundación. Como cuando los compañeros de curso, de la Escuela René Schneider de San Bernardo, de Sergio García supieron la noticia y en forma espontánea le dieron una ovación, se levantaron y fueron todos a saludarlo.
O el jueves en Santiago, cuando cerca de las 22,30 horas (el avión salía a la 01,30 hrs. del viernes) le preguntan a Harrison Orrego por su cédula de identidad “Se la llevó mi mamá a Cuncumén. Así no se me pierde”. Teléfono e instrucción urgente al taxista que llevaba a la madre de vuelta a su tierra y que a esa altura iba por Los Vilos “Vuelva inmediatamente. Si no tenemos el carnet, no puede viajar” … y logra llegar a las 12,35 horas para realizar el trámite sin que Harrison se de cuenta.
También será inolvidable la charla que hubo que hacer con cada uno de ellos, al darles la tarjeta magnética que sirve de llave en los hoteles. No entendían como un plástico podía abrir una puerta y tampoco que esa misma llave diera la posibilidad de que hubiese electricidad en los cuartos.
Hubo que ir uno por uno, pieza por pieza explicando. En una de ellas una frase que refleja los deseos de ganarle a la vida que los acompaña desde que nacieron “Y no podemos quedarnos aquí para siempre”. Igual quedará para el recuerdo aquel que nos hizo reir reclamando por el televisor “está muy mala la tele … no hay ningún canal en castellano”.
Son niños que nunca habían salido del país y que tampoco conocían lo que era volar por avión. Qué tienen sueños como todos. Quizás incluso más. Este de estar en la Copa del Mundo nunca siquiera se lo imaginaron. Cuando les pregunté quien de ellos había pensado venir a Brasil, todos se miraron en el más profundo de los silencios. Y al consultarles si alguien del barrio había venido, José Luis Palacios de Huasco me dijo “uno se vino a dedo … pero no hemos sabido si llegó”.
Aparte de viajar y poder entonar el himno nacional en el estadio hoy (nuevamente gracias a Liberty Seguros que nos proveerá de las entradas) tuvieron, en la tarde de ayer, la oportunidad de jugar frente a un equipo de la Escola de Claudio Taffarel. “¿Quién juega al arco?” me preguntaron varios mientras se equipaban.
Mi hijo Eric es arquero (también a Ian le gusta jugar ahí, pero de defensa también lo hace bien) y así se resolvía una pregunta que los debe haber asaltado desde que se reunieron ayer por primera vez en Santiago. Además Eric viaja con sus guantes y zapatos. No había problemas en ese puesto.
Vino el partido –que estaba fijado para las 17,30 hrs.- con ceremonia de saludo incluido, mientras Eduardo Rojas (mi copiloto desde Calama; periodista deportivo; dirigente de fútbol y miembro de la Fundación) asume como entrenador; pregunta el nombre y un par de cosas a cada niño; les dice lo importante que es representar al país, les da algunas instrucciones y los ordena en el campo de juego. Como manda la lógica, los más grandes atrás y David “Ronaldinho” Méndez Cholele arriba para causar daño.
Juegan todos, pues hay cambios ilimitados. A nadie se le priva de esta experiencia. Lo que para los adultos puede ser una mera anécdota para ellos será imborrable. Siempre estuvieron en ventaja en el marcador (primer tiempo finalizó 4 a 1) para terminar ganando por 6 a 5, con ese sufrimiento que nos invade siempre en los minutos finales.
Para este grupo de niños fue el fin de una jornada larga, que tuvo poco descanso, que permitió conocer otras de las bondades del deporte como es la facilidad de hacer amigos y que acumuló muchas, muchísimas cosas nuevas para llegar a contar de vuelta al terruño.
Historias que se escriben una vez y que jamás agonizan. Siempre vivas y presentes.
Como la que espero se grabe a fuego hoy, desde las 13 horas (una menos en Chile), en el Mineirao de Belo Horizonte.
Ya me estoy poniendo nervioso de nuevo.