Se hace más costoso seguir saboreando el triunfo frente a España y el orgullo del himno más cantado, comentado y aplaudido de esta Copa del Mundo, cuando en los noticieros brasileros cambian los golazos de Vargas y Aránguiz por la invasión de nuestros compatriotas a la sala de prensa del Maracaná.
Son largos minutos los que le dedican a este hecho, que evidentemente tiene un carácter delictual y el que no es posible defender amparados en la pasión que despierta la posibilidad de ver a la "Roja" en Brasil. He tenido la suerte de representar a Chile en diferentes actos y eventos internacionales desde el año 1982 y siempre he tenido en consideración que más allá de mi nombre y eventual cargo, hay que cumplir como chilenos. Y eso se hace con un comportamiento adecuado, respetando a quienes nos acogen, sus leyes y regulaciones pero por sobretodo sabiendo que cualquier acción que realicemos, en la evaluación final siempre alguien dirá “el chileno …”. Fuera de casa, todos somos embajadores.
Por eso dolió ver las noticias en Río la mañana de ayer y aumentó el dolor al revisar los portales internacionales. En ninguno de ellos se dejaba de mencionar la actitud y el pésimo comportamiento de 88 compatriotas el día miércoles en el Maracaná. Mi experiencia señala que si lo hicieron se debió básicamente a dos cosas: a) la seguridad no funcionó de manera adecuada. En algo falló y permitió esta intolerable invasión; b) es muy posible que algunos de ellos, tengan internalizado que actuando de esa forma no hay castigo. Tal vez lo intentaron antes –y lograron su objetivo- y por ende se envalentonan y confían en que nada pasará. Además, es posible que no descarten, que no faltará el que diga que son “héroes” por no tener frenos a la hora de ver a la selección. En el primer punto, creo que sería muy interesante escuchar la opinión de expertos en seguridad, respecto de estos temas. El periodista de radio Cooperativa, Iván Valenzuela me contaba que circuló libremente el día del partido y que recién al llegar al centro de prensa le pidieron su credencial.
Me llamó la atención ese comentario. Estuve a cargo de prensa en dos mundiales. En Boston en 1994 y Burdeos en 1998. Y las normas eran muy estrictas. Al menos se les revisaba las credenciales a los periodistas en 2 ocasiones y para algunos partidos en 3, antes de que pudieran acceder al centro de prensa donde nuevamente eran controlados. Recuerdo que en Boston un día, que no había partido, olvidé la credencial en el hotel. Yo era el Jefe de Prensa de FIFA y no hubo explicación alguna que convenciera a los guardias en el primer control. Resultado: me debieron emitir un pase por el día como invitado para poder ingresar y trabajar. Así de estricto ha sido siempre la circulación en esos sectores. Entonces, algo falló ahí.
Eso en ningún caso justifica lo que hicieron nuestros compatriotas. No por haber detectado una falencia, uno tiene derecho a pasar sobre las normas y reglas. Menos romper leyes y reglamentos. He leído que la ANFP tomó cartas en el asunto y que aquellos que infringieron las normas, tan violenta como ordinariamente, serán vetados de entrar a los estadios donde se juegue fútbol profesional. Parabienes para quienes tomaron esta medida. Pero considero que el tema no puede quedar sólo ahí. El Estado también debiera tomar cartas en el asunto y que esto sirva como ejemplo para empezar a educar a nuestros compatriotas en torno a las responsabilidades que implica salir al extranjero. Acostumbrados a exigir nuestros derechos, nos olvidamos con una frecuencia inusitada de nuestros deberes. Y uno de esto es cumplir con representar lo nuestro estemos donde estemos. Hacerlo adecuadamente nos ayudará a disfrutar sin freno las grandes alegrías que recibimos, como ha sido lo ocurrido en la cancha de Cuiabá y en Río de Janeiro.
Ahora, el lunes, nos toca en una de las ciudades más grandes del planeta: Sao Paulo. Ayer en la mañana nos trasladamos a la capital paulista. Tras un refrescante baño en las playas de Barra de Tijuca (agua temperada, gran oleaje) cargamos la camioneta que venía más completa. Se sumó mi señora y mis hijos Alex y Oliver, junto a mi sobrino Ignacio. Se bajó mi compañero desde Calama, Eduardo Rojas. Entonces fue cambiando el sonido en la parte de atrás mientras el auto avanzaba. Hasta Río de Janeiro, el silencio de Eric e Ian era rara vez interrumpido. Con más diálogo y opiniones el viaje, obviamente, se hizo más llevadero mientras veíamos bellos paisajes en un camino que no es largo (son poco más de 400 kilómetros desde barra da Tijuca) pero que tiene un tráfico permanente y además 6 peajes que lo hacen más lento.
En todo el camino, sólo vimos un auto con placa chilena. Signo evidente que nuestros compatriotas han preferido quedarse en la agradable temperatura de Río de Janeiro y no acercarse a Sao Paulo que debe estar unos 5 grados más bajo. Para ellos, un par de consejos. El Domingo termina un fin de semana largo en Brasil (el jueves celebraron con festivo Corpus Christi) y por ello la policía recomienda evitar transitar por carretera ese día entre las 12 y 18 horas. Lo otro, es tomar precauciones al llegar a Sao Paulo. Como toda gran ciudad, el vértigo parece tenerla dominada. Entonces, nadie cede su derecho en la calle ni en la carretera y si uno no está atento a los cambios de autopistas, simplemente pasa largos kilómetros antes de poder retomar el camino. Nos pasó mientras íbamos a buscar a mi hijo mayor Harold, al aeropuerto de Guarulhos. Con el completamos el equipo en esta aventura en Brasil 2014. Un viaje que ha tenido alegrías y emociones imposibles de olvidar. Y una mancha negra por el comportamiento de aquellos que creen que la impunidad es un activo que pueden utilizar cuando lo estiman.
