En el camino entre Belo Horizonte y Sao Paulo tenía claro como orientar la columna de hoy: a) Cómo hacer ver que no por no haber ganado un trofeo debemos considerar esto un fracaso y b) El mal ejemplo de los brasileros y el costo de imagen que tiene para su país.
Revisemos un poco este tema. Brasil sufrió lo indecible para convencer al mundo que estaban preparados para organizar el Mundial. Lo que ha ocurrido en la cancha ha sido de tanta calidad, que todos los gigantes detalles no terminados han quedado atrás (en Cuiabá vi como pavimentaban una calle de acceso al estadio a menos de 24 horas del partido de Chile).
Entonces sufrió un grave daño en su imagen país, que al final del día es el gran objetivo que se busca cuando se organiza un evento de esta magnitud. La buena voluntad de todos hace olvidar que el país sigue trabajando para estar listo, cuando van tres semanas de competencia.
Pero el efecto negativo en su imagen, crece ante la agresividad de los brasileros cuando se trata de “defender” a su selección. Ellos ven enemigos más allá de la cancha. Así no tiene lógica que al anotar un gol bañen con cerveza a un grupo de niños con los colores contrarios que viajaron a disfrutar de una fiesta.
O la de provocaciones que mantuvieron hasta ayer al ver que éramos chilenos. A la salida del estadio fueron manifiestas: con orgullo puedo decir que nuestros compatriotas caminaron sin reaccionar ante las humillaciones sufridas; pero que el “mismo juego” siguiera en la cena y al otro día me parece excesivo.
No habla bien de un pueblo normalmente acogedor. Deja claro que los objetivos no se cumplen cuando no van alineados con mensajes potentes en todo sentido.
Tenemos nosotros que organizar la Copa América el próximo año. Me parece que es momento de ir dejando claro a toda la ciudadanía que a los visitantes hay que agradecerles que vengan. Pues le dan sabor y sustento a la fiesta.
En cuanto a la eliminación de Chile, me parece importante recalcar que caer frente a Brasil no es algo que nos deba avergonzar. Han sido muchos los que han arremetido, sobre todo en las redes sociales, contra toda la estructura del fútbol, acusando que –para ellos- una vez más estamos celebrando una victoria moral y que no hay mérito alguno en la participación de Chile en el Mundial comparado con 1998 y 2010, ya que volvimos a quedar eliminados en la misma instancia.
Estoy en total y completo desacuerdo con esa impresión. Un gran entrenador como el colombiano Francisco “Pacho” Maturana (ex futbolista y odontólogo) dijo una vez: “Perdiendo también se gana”.
La estadística dirá que el sábado en Belo Horizonte fuimos eliminados, perdiendo en la ronda de penales. Nadie nunca podrá discutir eso.
Lo que queda es que nos fuimos de la Copa con la frente en alto, luchando cada minuto, disputando cada centímetro, actuando con una hidalguía deportiva reconocida hoy por el mundo entero.
Estaba buscando más argumentos para defender esta tesis, cuando nos detuvimos a almorzar y ver el partido entre México y Holanda. Todo iba perfecto para los aztecas, con un Guillermo Ocho que parecía insuperable, hasta que en el minuto 89 Sneijder con un gesto técnico propio de los video juegos, logra el empate.
Todo parecía indicar que habría alargue cuando el árbitro Pedro Proenca decreta penal ante falta de Rafa Márquez a Robben. Reclama Márquez, quedan dudas (para mí la principal: cómo un jugador con la experiencia del mexicano va a cometer un penal tan ingenuo), la televisión aclara pero no tanto… gana Holanda y todo México llora una derrota injusta, inmerecida y con el drama de haber caído cuando el partido se iba.
En la continuación del viaje es tema para todos lo que les pasó a los aztecas. Después, volvemos a parar y vemos como Costa Rica logra avanzar y esta vez el drama y la tragedia se trasladan al campo griego, pues con un hombre más por 45 minutos (15 en el segundo tiempo, todo el suplementario) no pudieron y los “ticos” ganan al ejecutar sus 5 penales de gran manera.
Llegamos a Sao Paulo (hasta 100 kms. de la ciudad, tráfico normal en carretera de dos pistas … el último tramo, con 3 pistas tardamos unas 2,5 horas) y nos enteramos de la gran noticia: Robben había pedido perdón y declarado que “me tiré”. Qué fingió una falta para que le sancionaran penal.
No lo dijo, pero se puede agregar a sus palabras, qué intentó engañar al juez; que no respetó a sus compañeros de profesión; que no tuvo pudor para mentir; que el espíritu del juego no merece ser respetado ante la posibilidad de sacar ventaja.
Tal vez también lo pensó, en holandés eso sí, y estuvo ahí de declararlo: “el fútbol es para los vivos”. Terrible situación. Vengo del aeropuerto (fui a dejar a dos de mis hijos que regresan ante obligaciones universitarias) y vi la cara de muchos mexicanos.
Con una pena gigantesca; con una impotencia mayor aún. Perdieron por culpa de un tramposo.
No reconoce haberse “tirado” en el penal sancionado (en estricto rigor tuvo que salir a aclarar su primera declaración… argumentando que era una jugada en el primer tiempo), pero sí en otras jugadas.
Márquez por su parte, insiste en que si lo hizo y que no hubo falta, sólo actuación del delantero “se lanza en 5 de 10 jugadas” dice el correcto defensa mexicano.
Y me es inevitable comparar esta situación con el caso Suárez (casualmente los dos mejores delanteros del mundo). El Presidente de FIFA, Joseph Blatter ante la sanción al uruguayo dijo “lo que hizo no fue justo”.
Argumento irrebatible que fortalece la sanción. (Estoy casi totalmente de acuerdo con el castigo … lo que no entiendo es la forma en que debió dejar la delegación y que el castigo de 4 meses sin jugar, involucre a su club Liverpool que en este tema es absolutamente inocente).
Las palabras de Blatter abren la puerta gigantesca al freno definitivo de todas las situaciones injustas que aparezcan en una cancha. Ahora tendrá la oportunidad de ratificarlo.
Si hay interés en hacer justicia, FIFA le debe abrir un expediente al holandés y sancionarlo. Darle algún castigo que sirva de ejemplo. Qué deje claro que los tramposos no tienen espacio en esta actividad. Qué lo que hizo causa un daño aún mayor que la agresión de Suárez.
Aunque haya sido en otras jugadas y que el árbitro no le haya creído. Que lo haya reconocido, sólo servirá como atenuante.
Seguro que habrán muchos en contra de lo que postulo. Que ellos insistirán que esto es para los “vivos” y que el triunfo es lo único que vale.
Discrepo. Prefiero perder con la frente en alto que ganar con la vergüenza de ser señalado como una persona deshonesta y desleal.
Al menos la derrota algún día la asimilaré, daré vuelta la página y la pena quedará atrás. Nadie me podrá marcar con el dedo por ello. Lo otro me acompañará de por vida, pues el costo de lograr objetivos con la trampa, el engaño y la deslealtad como compañera no se limpia nunca.