El partido de hoy será el sexto match en vivo que veré de Chile en una Copa del Mundo (en total hemos jugado 29 partidos -10 victorias y 6 empates- en la historia del torneo).
Será en una ciudad de la que hasta hace un par de meses nunca había escuchado hablar: Cuiabá.
La ciudad se presenta sin ocultar que muchas de las obras con que esperaban recibir la fiesta están a medio terminar. Al recorrer las calles vemos que el Metro sigue siendo un lejano proyecto; ayer aún estaban asfaltando las vías cercanas al estadio; la cantidad de maquinaria pesada en las cercanías del estadio impresiona y es tan así que el miércoles se inauguraron 7 obras para evitar que los tacos saturen la ciudad.
Lo que sí está claro es que presenta un estadio de primer nivel. Y el clima cálido -pero no sofocante a pesar de la alta humedad- hace que no cese el paseo día y noche por las afueras del recinto.
En las calles se ve una cantidad normal de policías, pero también militares muy armados y siempre en grupo, lo que parece multiplicarlos. Al menos, hasta ahora, no han necesitado actuar.
La gente en Cuiabá disfruta del Mundial. Ayer el Fan Fest estaba repleto. Fácil sobre 25 mil personas.
Familias completas disfrutando del espectáculo de ver ganar a Brasil –y aquí los aficionados no se preocupan del cómo… sólo quieren la victoria-. Dominaba el amarillo, pero no se puede negar que la presencia de miles de compatriotas le dio un gran ambiente al lugar.
Como dijo el miércoles, Alvaro Henríquez en el concierto que dio en el Centro Cultural de Cuiabá, “la selección debiera estar orgullosa de todos ustedes. Son la mejor barra del Mundial”.
Tras ese recital, en el foyer del teatro un grupo de hinchas me pidió una fotografía. Cuando vio la bandera de Chile, uno de ellos le dijo a quién tenía la bandera “Préstemela, mire que esa nos pertenece a todos”.
Una frase para el recuerdo.
Como la primera gran sorpresa con los hinchas nacionales que viví hace 16 años. Fue en Burdeos para la Copa del Mundo de Francia. Ahí volvía Chile a los mundiales tras estar ausente desde 1982. Y cuando salieron los equipos al campo, fue sorprendente ver que en las tribunas dominaba el rojo de Chile sobre el azul de Italia.
Ese fue el primer partido que vi a Chile en cancha en los mundiales (del Mundial de 1966 las imágenes llegaron, meses después, al cine; el del 74 lo seguimos en pequeños televisores en blanco y negro; y el de 1982, en la sala de TV de la escuela de Periodismo de la UC) y tengo pocos recuerdos.
Cuando llovía le pasé un cortaviento plástico a Víctor Hugo Castañeda para que se protegiera de la lluvia; y luego vino un tenso momento con Nelson Acosta y el técnico italiano Maldini.
Ganábamos y entre los técnicos empezaron a subir el tono del diálogo. Y después del penal (mano vimos todos … penal no me pareció. Aunque como alguien dijo “¿cobró el árbitro? Sí … entonces fue penal”) ya amenazaba con pasar a mayores. Ahí el Coordinador General de FIFA, el méxico-americano Hugo Salcedo me dice: “Calma a tú técnico. Yo calmo al italiano” Me acerco, le toco la espalda a Nelson y le digo “Ya puh h…, déjate de h… con Maldini …”. Se da vuelta, me mira con cara de extrañeza, se ríe, me da la mano y todo vuelve a la normalidad en los últimos minutos del partido.
Del resto no recuerdo mucho más. El segundo gol de Salas, lo vine a dimensionar al ver la repetición por televisión. Uno de los golazos de la fiesta.
El resto de los encuentros de Chile en ese torneo (jugó 3 más) los vi por televisión. Estaba en Francia, pero mis obligaciones me impedían salir de Burdeos, donde por última vez fui jefe de prensa en un evento FIFA.
Volví a ver a Chile en la Copa del Mundo el año 2010. La sede era Nelspruit en Sudáfrica, jugando frente a Honduras. Otra vez nos acogía una ciudad de la que nunca había oído hablar.
En África, estaba presente como Presidente de la Federación de Fútbol de Chile. Ni recuerdo como fue el manejo de los nervios y la ansiedad de las horas previas. Menos como fue la noche, aunque tengo claro que dormí muy bien. Tampoco tengo muchos recuerdos del partido.
Sentado en el palco oficial, había que llevar la procesión por dentro. Era importante, muy importante sumar de a 3. Otro resultado, nos complicaría de inmediato.
Se ganó, se hizo un partido normal, pero la celebración no alcanzó ribetes de ningún tipo. Llegamos de regreso al hotel y nos enteramos que Suiza había superado a España. La alegría simplemente desaparecía junto con la noticia. Partíamos ganando, pero seguíamos igual de complicados que antes del inicio.
De ahí en más presencié los 3 partidos restantes de la selección. Siempre desde la misma ubicación y con la misma procesión. Volvimos a ganar con lo justo a Suiza y caímos 1 a 2 estrechamente frente a España; para despedirnos ante Brasil.
Todos esperábamos mucho de nuestra participación. No nos dio para trascender con los resultados. Faltó uno de esos partidos en que el carnaval es de principio a fin.
Sin embargo, el aliento y apoyo de los hinchas chilenos se hizo notar en cada momento.
Como hoy, que será mi primer partido en calidad de hincha. Sin más responsabilidad que la de disfrutar del juego. De alentar y apoyar durante los 90 minutos. De observar desde la tribuna y de sufrir el partido esperando que sumemos de a tres.
No conozco en detalle como formará Australia (hoy en el desayuno al que me invitó el Presidente de la Federación de ese país, Frank Lowy –el segundo hombre más rico de Australia- me dijo que era un equipo joven, sin gran experiencia … lejos de la generación dorada del 2006) pero si conozco su fútbol desde hace muchísimo tiempo. No será un partido fácil. El físico de los oceánicos es lo que nos debiera complicar, a ellos la habilidad de los nuestros.
Será un choque de estilos muy diferentes en una ciudad que no ha salido a las calles a protestar y cuyos habitantes en las calles tocan la bocina y no cesan de gritar “Chi, chi Chi …” como lo haremos miles hoy en el Arena Pantanal de Cuiabá.
